Hace
unos meses en este mismo blog publiqué una entrada relacionada con un caracol
(Lo que un caracol nos puede enseñar). Hoy este pequeño animalito
me va a permitir volver a ser motivo de reflexión por mi parte.
Igual
que en el episodio anterior, días atrás me encontraba paseando en bicicleta por
un camino rural. Había estado lloviendo con ganas durante toda la tarde y los
caminos se encontraban mojados y encharcados. Las fuertes lluvias habían
desbordado pequeños torrentes y el camino se encontraba en algunos tramos lleno
de pequeñas piedras, las cuales intentaba esquivar. En un punto de la
ruta la acumulación de piedras en el camino aumentó considerablemente. Mi
habilidad para poder sortearlas no era lo suficientemente precisa y ante
una previsible caída decidí pasar por encima.
A
pocos metros de ellas mi sorpresa fue mayúscula. No se trataban de pequeñas
piedras en el camino... eran multitud de caracoles de diversos tamaños y
colores que aprovechando la humedad del terreno intentaban disfrutar del
momento.