EL DRAMA DEL ALMA
Podemos considerar las repetidas encarnaciones del alma divina en los
mundos de manifestación externa como una especial actividad del ego con el
determinado propósito de adquirir un conocimiento que sólo de este modo le es
posible adquirir. El descenso de la divina conciencia a los tres cuerpos
físico, emocional y mental, está simbolizado en la caída del hombre, puesto que
es su verdadera caída en la materia, la trágica causa de todo el subsiguiente
sufrimiento en la peregrinación del alma. Porque al infundir el ego una porción
de sí mismo en los tres cuerpos, esta porción se identifica con los cuerpos en
que se infunde, y en esta identificación le parece ser los cuerpos destinados a
servirle de instrumento
Al identificarse con sus cuerpos, la encarnada conciencia ya no
participa de la omniabarcante conciencia del divino Yo a que pertenece, sino
que participa de la separatividad de los cuerpos y se convierte en una entidad
separada de los demás seres y opuesta a ellos, esto es, en una personalidad. Es
la vieja leyenda de Narciso que al contemplar reflejada su imagen en las aguas
del estanque, anhela abrazarla, y en el intento muere sumergido en las aguas.
Así la encarnada conciencia está sumergida en las aguas de la materia, y al
identificarse con los cuerpos se desglosa del Yo a que pertenece y ya no se
reconoce como lo que verdaderamente es: un hijo de Dios.