domingo, 26 de abril de 2015

LA CONCIENCIA DEL ÁTOMO (Alice A. Bailey) (y VIII) - La Evolución Cósmica



Alice A. Bailey (como algunas/os de vosotras/os quizás conozcáis) escribió una serie de libros, algunos de suyos como este ("La Conciencia del Átomo") y otros con enseñanzas dadas por el Maestro Djwhal Khul (mas conocido como el Maestro Tibetano).

Este libro trata de la relación científica entre materia y consciencia, en una época en que la evolución influencia progresivamente la sustancia de todas las formas. El "átomo" aparece como la réplica miniaturizada más completa de la estructura energética común a todas las formas de vida: cósmica, planetaria, humana y subhumana"

Paulatinamente iremos añadiendo nuevos capítulos del libro para poder tratarlos con "la suficiente tranquilidad y mente abierta", aspectos indispensables para poder profundizar en estos temas.

Recordemos que el libro fue escrito hace casi 100 años, por lo que algunas expresiones, aspectos y comentarios que puedan aparecer en el mismo han de considerarse como de aquella época y, por tanto, quizás no coincidan del todo con la realidad actual.

Si alguien estuviese interesado en obtener mas información sobre A. A. Bailey, la Escuela Arcana y/o el Maestro Tibetano (Djwhal Khul), puede consultar los enlaces siguientes:


FUNDACIÓN LUCIS TRUST
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LA EVOLUCIÓN CÓSMICA
 SÉPTIMA CONFERENCIA
Alguien puede considerar ridículo dar una conferencia sobre la Evolución Cósmica, porque, como es lógico, yo ni ninguna mortal sabe algo sobre este tema y, en consecuencia, somos incapaces de explayamos sobre él. Sin embargo, hay ciertas deducciones que podemos extraer de acuerdo a la ley de analogía, que podrán conducirnos a interesantes regiones del pensamiento.


Durante varias semanas consideramos la evolución del átomo, etapa tras etapa, hasta incluir el entero sistema solar en el término átomo. Estudiamos, primeramente, en líneas generales, el átomo de sustancia, después el átomo humano y luego aplicamos lo que conocemos sobre ambos a una esfera mayor, átomo o planeta, denominado átomo planetario; extendiendo la idea hasta el átomo del sistema solar, dijimos que tiene su lugar dentro de un todo mayor.
Estudiamos tres métodos de evolución o desarrollo, en conexión con este tema. Consideramos los aspectos que evolucionaron por medio de esos átomos, sus cualidades o naturaleza síquica y vimos que en el átomo de sustancia la única cualidad síquica que podíamos atribuirle era la inteligencia. Pasamos después a las formas atómicas subhumanas y vimos que las formas en los reinos mineral y vegetal, manifestaban otra cualidad de la deidad, sensación, sensibilidad, amor embrionario y emoción. También descubrimos que en el reino animal comenzaba a manifestarse una tercera cualidad, la mente rudimentaria, y al llegar al átomo humano teníamos la expresión de tres aspectos, inteligencia, amor y una voluntad central. Extendimos este concepto al planeta y al sistema solar, y hallamos que por medio de la forma del sistema solar actúa una excelsa Inteligencia o Mente, utilizada para demostrar otra cualidad, Amor o Sabiduría, y que energetizaba todo mediante una gran VOLUNTAD. De ello deducimos que esa voluntad podía ser la manifestación de una Entidad que anima a todo el sistema solar, desde el ínfimo átomo de sustancia hasta la gran Vida que energetiza al sistema planetario.
Sentados estos fundamentos, pasamos a considerar la evolución de la vida consciente en la forma atómica, y vimos que en cada átomo evolucionaba conscientemente un tipo superior de conciencia, y que la conciencia humana se distingue de las otras formas inferiores en que es autoconsciente; que el hombre es una inteligente voluntad que ejecuta conscientemente cada acción, y se da cuenta de lo que lo rodea, actuando en definida línea de actividad con un particular objetivo. La autoconsciencia del hombre conduce a algo más elevado, a la conciencia del gran Espíritu planetario, que puede describirse mejor como conciencia grupal. A medida que avanza la evolución, el hombre pasará de la etapa de la autoconsciencia en que nos hallamos ahora, ustedes y yo, al conocimiento de lo que significamos por conciencia grupal, algo prácticamente desconocido, excepto como un hermoso ideal, un sueño que se materializará en un lejano futuro. La conciencia grupal conducirá lógicamente a lo que a falta de mejor término, llamamos conciencia de Dios, aunque desapruebo el empleo de la palabra Dios debido a que ocasiona muchas discusiones entre los distintos pensadores de la familia humana. Estas diferencias se fundan mayormente en las distintas fraseologías y términos que se emplean para expresar ideas fundamentales y los varios métodos de organización. Cuando el científico habla de fuerza o energía, el cristiano de Dios y el hinduísta emplea términos análogos a 'yo soy ese yo soy', o el yo, todos se refieren a la misma Vida una, y pierden el tiempo en el intento de demostrar el error ajeno y la exactitud de su propia interpretación.
Vimos después, en términos generales, que la evolución atómica podía dividirse en dos etapas: una, la atómica; la otra, a falta de mejor término, la radiactiva. La etapa atómica es ésa donde el átomo vive su vida autocentrada, preocupándose totalmente de su propia evolución y del efecto producido por sus contactos. A medida que prosigue la evolución, se evidencia que el átomo comienza a reaccionar a una vida mayor fuera de sí mismo y tenemos aquí un período análogo al de la construcción de formas, donde los átomos de sustancia son atraídos por una mayor carga de energía o fuerza eléctrica positiva, si desean llamarla así, que los absorbe o atrae y construye una forma con ellos, que a su vez se convierten en electrones. Vimos que en nuestro caso y en el de toda unidad autoconsciente, se sigue el mismo procedimiento y que posemos una vida central que mantiene dentro de la esfera de su influencia a los átomos que constituyen los distintos cuerpos, físico, emocional y mental; también que nos manifestamos, nos movemos y vivimos nuestra vida, desarrollamos nuestros propósitos, atrayendo hacia sí átomos de sustancia adecuados a nuestra necesidad para poder así realizar los necesarios contactos. Estos átomos son, para nosotros, la vida central, lo que los electrones para la carga central positiva en el átomo de sustancia. Después comprendimos que si esto es verdad, es decir, si existe una etapa autocentrada o período estrictamente atómico para el átomo y para el átomo humano, entonces se podría decir lo mismo del átomo del planeta, habitado por su Vida central espiritual. De allí entramos en el campo de las conjeturas y consideramos que todo lo que transcurre en el planeta se debe a la condición autocentrada de la Entidad que lleva a cabo su propósito por medio del planeta. Finalmente introducimos la misma idea en conexión con el sistema solar.
Pasamos luego a considerar la segunda etapa, la radiactiva, que los científicos están estudiando desde hace veinte años en conexión con el átomo químico y físico, y vimos una condición análoga en la evolución del átomo humano, pero precedida por un período paralelo al de la etapa atómica, donde el hombre es puramente egoísta, totalmente autocentrado y no le interesa el bienestar del grupo del cual forma parte. Esta etapa previa es muy evidente hoy en el mundo. Un gran porcentaje de la familia humana se halla en la etapa atómica, pero recordemos que es una etapa protectora y necesaria; por ella pasa toda unidad humana durante el proceso de descubrir su lugar en el grupo, permitiéndole desarrollar algo que dé valor a ese grupo cuando entre en la segunda etapa.
También hay en el mundo unidades humanas que están pasando a la segunda etapa y llegando a ser radiactivas y magnéticas, influyen a otras formas y van siendo conscientes del grupo. Salen de la etapa del "yo soy" y entran en el conocimiento de "yo soy ése"; comienzan a conocer la vida y propósito de la excelsa Entidad de cuyo cuerpo son parte; se dan cuenta del propósito detrás de la vida del Espíritu planetario el impulso subjetivo, subyacente en la manifestación objetiva de la tierra. Empiezan a colaborar con Sus planes, a trabajar por el mejoramiento de su grupo, y la diferencia entre ellos y los otros átomos de la familia humana es que ahora son conscientes del grupo, poseen perspectivas más amplias, reconocimiento grupal y un propósito mayor. Al mismo tiempo, no pierden su autoconsciencia ni su identidad individual, y mantienen su propia vida esferoidal, pero no aplican a sus propios planes la fuerza y la energía que afluye a través de ellos, sino en la inteligente colaboración con la excelsa Vida de la cual forman parte. Dichos hombres son pocos y vienen de vez en cuando, pero cuando sean más numerosos, entonces podremos esperar un cambio en las  condiciones del mundo, y también la llegada de ese momento de que habla San Pablo, cuando dice: "No deberá haber desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros deben cuidarse mutuamente. Si un miembro padece, todos sufren con él, y si un miembro es honrado, todos se regocijan con él... El mismo Dios actúa en todos. Hay diversidad de dones, pero el mismo espíritu; hay diversidad de ministerios o servicios, pero el mismo Señor". Cuando todos seamos conscientes del grupo, entonces lo seremos del propósito subyacente en la manifestación, en nuestro planeta; cuando seamos conscientemente activos y apliquemos nuestra energía en llevar a cabo los planes del grupo, entonces llegará lo que los cristianos llaman el "milenio".
Ahora bien, si tenemos en la evolución del átomo de la sustancia y en el humano, ambas etapas, y si son la base de todo futuro desarrollo, entonces dentro del átomo planetario tendremos las mismas dos etapas, aquella en que la Vida planetaria lleva a cabo Sus propios planes, y otra donde colabora con los planes superiores de la Vida que anima al sistema solar. Como aún no puedo entrevistar al Espíritu planetario, no puedo decir si colabora con los propósitos del Logos solar, pero podemos tener una idea general del propósito, estudiando la evolución de la raza y el desarrollo de los grandes planes internacionales en el planeta. También debe recordarse que aunque los seres humanos nos consideramos como la manifestación más elevada en el planeta, puede haber otras evoluciones, a través de las cuales pudiera estar actuando la Vida central y de la cual muy poco sabemos. No sólo debemos estudiar al hombre, sino también la evolución angélica o dévica, como la llama el hinduista. Esto nos abre un dilatado campo de estudio y reflexión.
En el sistema solar esperamos hallar además análogas etapas, y probablemente la gran Vida que anima el entero sistema solar, esa gran Entidad que utiliza al sistema solar para llevar a cabo un definido propósito, lo energetiza por medio de estos grandes centros de fuerza que llamamos átomos planetarios, que a su vez actúan por medio de centros menores o grupos, haciendo descender su energía a través de los grupos de átomos humanos, a los distintos reinos de la naturaleza, y así al minúsculo átomo de sustancia que refleja a su vez todo el sistema solar. Si meditamos sobre esta cuestión de la vida atómica, resulta muy interesante y nos introduce en múltiples conjeturas. Uno de los puntos más interesantes que nos ofrece es la íntima correlación, la estrecha interacción de los diversos átomos y la omnipenetrante unidad que finalmente debemos reconocer. Si hemos descubierto que en la evolución de los átomos de todo tipo llega una etapa en que palpan y buscan su lugar en el grupo, y de positivos se convierten en negativos, en lo que respecta a una vida mayor, si es verdad que en estas manifestaciones de conciencia hay una etapa autoconsciente y otra de conciencia grupal, ¿no sería lógico y posible, después de todo, que nuestro sistema solar sea sólo un átomo dentro de un todo mayor? ¿No habrá para nuestro sistema solar y Logos solar, una vida central más grande hacia la cual el espíritu animador, dentro de la esfera solar, sea gradualmente atraído y a cuya conciencia aspira nuestra deidad? ¿Se observan en alguna parte, indicios de esta fuerza atractiva o meta? ¿Hay mayores esferas de vida solares fuera de nuestro sistema, que producen un definido efecto sobre él? Todo esto puede ser una mera conjetura, pero ofrece puntos interesantes. Si consultamos los tratados de astronomía para averiguar si lo afirman los astrónomos, hallaremos muchas opiniones contradictorias. Unos dicen que en las Pléyades hay un punto central en cuyo torno gira nuestro sistema planetario, y otros declaran que el punto de atracción magnética está en la constelación de Hércules, y por otra parte otros lo contradicen rotundamente. Algunos astrónomos hablan de "deslizamientos de estrellas" y dicen que van hacia una dirección específica, mientras otros arguyen que en distancias tan vastas no es posible determinar si ciertos sistemas siguen o no una órbita definida.
Sin embargo, si consultamos los antiguos libros mitológicos, podremos definir el mito como algo que oculta una gran verdad, hasta comprenderla, y si estudiamos los antiguos libros de Oriente, hallaremos que todos aluden a dos o tres constelaciones que poseen una relación íntima y peculiar con nuestro sistema solar. Respecto a esto los modernos astrónomos mantienen una actitud agnóstica, que corresponde al punto de vista de la ciencia materialista. Lo que trato de acentuar es que un tópico sobre el cual están divididos y discuten los astrónomos, y que sin embargo exponen tan claramente los libros orientales, debe basarse en la realidad científica y en que probablemente hay algo de verdad en tal afirmación. Mi sugerencia personal sobre este aspecto de la verdad no reside en la interpretación física, sino en la Conciencia; que la evolución síquica se está llevando a cabo en el átomo (empleando la palabra síquica en sentido de conciencia subjetiva), puesto que está insinuada en dichos libros, subrayando la oculta relación que tenemos con otros sistemas solares. Quizás aquí encontremos la verdad. La vida subjetiva puede ser una, la energía que fluye entre ellas también puede ser una; pero en las formas físicas reside la diversidad. Quizás en la evolución de la inteligencia, en la manifestación del amor, o conciencia grupal, y en el desarrollo de la voluntad, o propósito, reside la unidad, la unicidad de la vida subjetiva y el eventual reconocimiento de que sólo en la forma existe separación y diferenciación.
Al considerar este asunto, los libros orientales dicen que las siete estrellas de la Osa Mayor, las siete estrellas de las Pléyades y el sol Sirio, están en íntima relación con nuestro sistema solar y tienen estrecha relación psicomagnética con nuestro Logos solar.
Hemos visto que la meta para el átomo de la sustancia es la autoconsciencia, y que para la entidad que está evolucionando a través de un planeta, la meta puede ser la conciencia de Dios. Pero, lógicamente, al considerar al Logos solar fallan las palabras; sin embargo, para Él también debe haber una meta, que bien podríamos denominar Conciencia Absoluta. Daré un ejemplo: se dice que nuestro cuerpo está constituido por multitud de pequeñas vidas, células o átomos, poseyendo cada uno su propia conciencia individual o autoconsciencia. La conciencia del cuerpo físico, considerado en conjunto, podría ser, desde el punto de vista del átomo, como su conciencia grupal. Después tenemos la conciencia del hombre, el pensador, que energetiza al cuerpo, lo maneja a voluntad, y es para el átomo de su cuerpo, análogamente a lo que denominamos conciencia de Dios. Nuestro conocimiento autoconsciente se halla tan lejos del átomo, como la conciencia del Logos solar está de la nuestra. Para el átomo del cuerpo humano, esa conciencia del Logos solar, ¿no podría ser la denominada Conciencia Absoluta? Esta idea puede extenderse al átomo humano y al átomo planetario, de modo que el Logos solar tiende a una conciencia más allá de la propia, análoga a la que se extiende entre nuestro átomo y el de Él. Aquí se nos abre una maravillosa perspectiva sumamente alentadora, porque si estudiamos la célula del cuerpo físico y consideramos la enorme distancia recorrida entre su conciencia y la humana, tenemos la promesa y la esperanza de una futura realización y el incentivo para perseverar en nuestro esfuerzo.
Los antiguos libros de Oriente han mantenido en secreto durante largos siglos muchas verdades que hoy empiezan a introducirse en la conciencia del occidental. Enseñaron hace miles de años la radiactividad de la materia, y quizás después de todo puede haber el mismo fondo de verdad en su enseñanza sobre las constelaciones. Acaso en las estrellas que vemos en el lejano firmamento, y en la vida que en ellas evoluciona, esté la meta de nuestro Logos solar, y las influencias que afluyen hacia él, lo atraen y a su debido tiempo lo hacen radiactivo. Los libros orientales dicen que en el sol Sirio está la fuente de la sabiduría y que de allí emana la influencia o energía del amor. También dicen que hay una constelación que está más estrechamente vinculada a nuestro Logos solar, debido a que Éste no ha evolucionado bastante para responder completamente a Sirio, pero puede responder a la influencia de las siete hermanas, las Pléyades, que es una interesante constelación. Si consultamos en un diccionario la palabra "electricidad", hallaremos que se refiere etimológicamente a la estrella Electra, una de las siete hermanas, que para algunos es la Pléyade perdida. Los instructores orientales dicen que en el misterio de la electricidad está oculto todo conocimiento, y que cuando lo sondemos, conoceremos todo lo conocible. No es posible decir qué relación existe entre las Pléyades y nuestro sistema solar; pero la Biblia cristiana reconoce tal relación, pues Job habla de la "dulce influencia de las Pléyades", y alguna de las Escrituras orientales afirman que la conexión reside en el sonido o vibración. Quizás las Pléyades son la fuente de la vida atómica de nuestro Logos, el activo aspecto inteligente, el primero que se desarrolló y al que podríamos llamar materia eléctrica.
Tenemos luego la Osa Mayor. Mucho de interés dicen los escritos orientales acerca de la relación entre las Pléyades y la Osa Mayor. Se dice que las siete hermanas son las siete esposas de las siete estrellas de la Osa Mayor. ¿Qué verdad encubre esta leyenda? Si las Pléyades son la fuente de la manifestación eléctrica, el activo aspecto inteligente del sistema solar y la energía que anima a toda materia, pueden representar el aspecto negativo, cuyo polo opuesto o positivo serían sus siete esposos, las siete estrellas de la Osa Mayor. Quizás la unión de ambas constelaciones engendró nuestro sistema solar. Acaso estos dos tipos de energía, el de las Pléyades y el de la Osa Mayor, al unirse en su conjunción, produzcan y sigan produciendo el surgimiento en los cielos de lo que llamamos nuestro sistema solar.
La relación de ambas constelaciones o más bien su relación subjetiva, debe tener una base real, pues de lo contrario no la insinuarían las diversas mitologías. Debe haber algo que las relaciona entre las miríadas de constelaciones, con nuestro sistema solar. Pero nos extraviamos cuando tratamos de aplicarla en forma puramente física. En cambio, si la definimos en líneas de la vida subjetiva y la conectamos con la energía, cualidad o fuerza, probablemente tropecemos con la verdad y descubramos algo de la realidad subyacente en lo que a primera vista parece una disparatada fábula. Todo cuanto dilate nuestro horizonte y nos permita ampliar la visión y obtener una clara perspectiva de lo que sucede en el proceso evolutivo, será muy valioso, no por lo que valga la acumulación de hechos comprobados, sino por lo que permite acrecentar dentro de nosotros mismos, acrecentar nuestra capacidad de pensar en términos más amplios, ver más allá de nuestro autocentrado punto de vista e incluir en nuestra conciencia aspectos diferentes del nuestro. Al hacerlo desarrollamos la conciencia grupal y llegamos eventualmente a comprender que los hechos aparentemente maravillosos por los cuales luchamos y morimos, en el transcurso de los siglos, y destacamos como toda verdad, fueron, después de todo, simples fragmentos de un plan y porciones infinitesimales de la gigantesca suma total. Quizás cuando volvamos de nuevo a la tierra y podamos mirar las cosas que tanto nos interesan ahora y tan importantes nos parecen, descubramos cuán erróneos eran los hechos tal como los captamos entonces. Después de todo, los hechos no tienen importancia; no la tienen ahora los hechos del último siglo, y en el próximo siglo los científicos se reirán de nuestras aseveraciones dogmáticas y se admirarán de cómo observábamos la materia. Lo importante en realidad es el desarrollo de la vida y su relación con lo que la circunda, y aún mayormente el efecto que producimos con quienes estamos asociados y el trabajo que realizamos, que afecta para bien o mal, al grupo al cual pertenecemos.
Al cerrar esta serie de conferencias no puedo hacer nada mejor que citar las palabras de San Pablo: "Porque tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente, no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse... porque somos salvados por la esperanza... por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados, ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna cosa creada, nos podrá separar del amor de Dios..."

4 comentarios:

  1. Gracias Dani por compartir éstas perlas de sabiduría.
    Un fuerte abrazo estimado amigo del alma.

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  2. Un condensado e interesante resumen esotérico y científico de las conferencias de Alice Bailey,
    Todos los temas que desarrolla son de gran interés, aunque a mi lo que más me ha llamado la atención es sobre lo que habla de la consciencia grupal.

    Desde que ella dió estas conferencias, en el mundo han proliferado gran cantidad de grupos esotéricos y ello demuestra que el Alma va ganando terreno, pues sabemos muy bien que la consciencia del ser humano corriente es personal, sin embargo para el Alma únicamente existe el Grupo.

    La cita de San Pablo refleja el estado de consciencia que actualmente muchas personas en el mundo están experimentando.

    Gracias Dani

    Un fuerte abrazo
    Marta

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    Respuestas
    1. Gran labor la de Alice A.Bailey y el Maestro Tibetano. Como bien dices empiezan a verse sus frutos.

      Un fuerte abrazo Marta

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