Alice A. Bailey (como algunas/os de vosotras/os quizás conozcáis) escribió una serie de libros, algunos de suyos como este ("La Conciencia del Átomo") y otros con enseñanzas dadas por el Maestro Djwhal Khul (mas conocido como el Maestro Tibetano).
Este libro trata de la relación científica entre materia y consciencia, en una época en que la evolución influencia progresivamente la sustancia de todas las formas. El "átomo" aparece como la réplica miniaturizada más completa de la estructura energética común a todas las formas de vida: cósmica, planetaria, humana y subhumana"
Paulatinamente iremos añadiendo nuevos capítulos del libro para poder tratarlos con "la suficiente tranquilidad y mente abierta", aspectos indispensables para poder profundizar en estos temas.
Recordemos que el libro fue escrito hace casi 100 años, por lo que algunas expresiones, aspectos y comentarios que puedan aparecer en el mismo han de considerarse como de aquella época y, por tanto, quizás no coincidan del todo con la realidad actual.
Si alguien estuviese interesado en obtener mas información sobre A. A. Bailey, la Escuela Arcana y/o el Maestro Tibetano (Djwhal Khul), puede consultar los enlaces siguientes:
FUNDACIÓN LUCIS TRUST
Este libro trata de la relación científica entre materia y consciencia, en una época en que la evolución influencia progresivamente la sustancia de todas las formas. El "átomo" aparece como la réplica miniaturizada más completa de la estructura energética común a todas las formas de vida: cósmica, planetaria, humana y subhumana"
Paulatinamente iremos añadiendo nuevos capítulos del libro para poder tratarlos con "la suficiente tranquilidad y mente abierta", aspectos indispensables para poder profundizar en estos temas.
Recordemos que el libro fue escrito hace casi 100 años, por lo que algunas expresiones, aspectos y comentarios que puedan aparecer en el mismo han de considerarse como de aquella época y, por tanto, quizás no coincidan del todo con la realidad actual.
Si alguien estuviese interesado en obtener mas información sobre A. A. Bailey, la Escuela Arcana y/o el Maestro Tibetano (Djwhal Khul), puede consultar los enlaces siguientes:
FUNDACIÓN LUCIS TRUST
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LA EVOLUCIÓN DE LA FORMA O LA EVOLUCIÓN GRUPAL
TERCERA CONFERENCIA
Esta noche ampliaré la idea fundamental y el concepto de la
unidad consciente o inteligente, desarrollada parcialmente en la conferencia
anterior. Se ha dicho que toda evolución procede de lo homogéneo, pasa por lo
heterogéneo y retorna a lo homogéneo, y se ha puntualizado que:
"La evolución es una continua marcha acelerada de todas
las partículas del universo, llevadas simultáneamente por un camino de
destrucción, pero en forma ininterrumpida y sin pausa, desde el átomo material
hasta la conciencia universal, donde se conocen la omnipotencia y la
omnisciencia, en otras palabras, el pleno conocimiento de lo Absoluto de
Dios."
La evolución procede desde esas diminutas diversificaciones
llamadas átomos y moléculas; asciende hasta sus conglomerados al constituirse
en formas, y sigue a través de la construcción de esas formas a otras mayores,
hasta formar el sistema solar en su totalidad. Todo prosigue de acuerdo a la
ley, y las mismas leyes básicas rigen la evolución del átomo y de un sistema
solar. El macrocosmos se repite en el hombre, el microcosmos, y éste a su vez
se refleja en los átomos menores.
Estas observaciones y la conferencia anterior conciernen
principalmente a la manifestación material de un sistema solar, pero en
posteriores conferencias pondré el énfasis principalmente en lo que podría
llamarse evolución síquica, o gradual manifestación y desenvolvimiento
evolutivo de la subjetiva inteligencia o conciencia, que se halla detrás de la
manifestación objetiva.
Dividiremos esta conferencia en cuatro partes. Primero,
veremos el proceso evolutivo, que en este caso particular es la evolución de la
forma o del grupo; después el método para el desarrollo grupal; seguirá el
estudio de las etapas que deben recorrerse durante el ciclo de evolución, y,
finalmente, trataremos de ser prácticos y extraer de nuestras conclusiones
alguna lección aplicable a la vida diària.
Ante todo conviene considerar parcialmente lo que en
realidad es la forma. El
diccionario la define diciendo que "es la configuración externa de un
cuerpo". Esta definición subraya lo externo, lo tangible y la
manifestación exotérica. El mismo concepto subyace en el significado
etimológico de la palabra manifestación, que deriva de dos palabras latinas: manus,
mano, y fendere, tocar, esto es, tocar con la mano. Este significado
sugiere una triple idea, en el sentido de que se puede sentir, tocar y
comprender como algo tangible. Sin embargo, en ambas interpretaciones se prescinde
de la parte más vital del concepto, por lo cual debernos buscar una definición
más adecuada. A mi entender, Plutarco expresa con mucha más claridad que los
diccionarios, la idea de la manifestación de lo subjetivo mediante la forma
objetiva, cuando dice:
"Una idea es un ser incorpóreo que no tiene subsistencia
propia, pero da forma y figura a la informe materia, y es la causa de la
manifestación."
Tenemos aquí una interesante frase de verdadero significado
esotérico, y compensará el cuidadoso estudio y consideración que de ella se
haga, pues contiene un concepto aplicable no sólo a una pequeña manifestación,
el átomo químico y el físico, sino a todas las formas que éstos constituyen,
incluyendo la manifestación del ser humano y la deidad de un sistema solar, la excelsa Vida , la
omniabarcante Mente universal, el vibrante Centro de energía, la incluyente Conciencia
denominada Dios, Fuerza o Logos, esa Existencia que se manifiesta por medio del
sistema solar.
En la Biblia cristiana el mismo pensamiento está corroborado
por San Pablo en una carta a la Iglesia de Efesios. En el segundo capítulo de
la epístola a los Efesios, dice:
"Porque somos a hechura suya" . Pero la exacta
traducción del griego es: "Somos su poema o idea". El pensamiento del
apóstol es que por medio de cada vida humana o del conjunto de vidas que
constituyen un sistema solar, Dios, mediante la forma, cualquiera sea, está
llevando a cabo una idea, un concepto específico, un detallado poema. El hombre
es un pensamiento corporificado, y tal es el concepto latente en la definición
de Plutarco. Tenemos en ella, primero, la idea de una entidad autoconsciente,
después, el pensamiento o propósito que dicha entidad trata de expresar y,
finalmente, el cuerpo o forma, resultado secuencial.
Al hablar de la Deidad, el Nuevo Testamento emplea con
frecuencia la
palabra Logos. El término Logos, traducido como el Verbo, se
utiliza frecuentemente en el Nuevo Testamento al referirse a la Deidad. El pasaje más
notable en este punto es el primer capítulo del Evangelio de San Juan, que
dice: "En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo
era Dios". Consideraremos brevemente el significado de esta expresión. La
traducción literal es "el Verbo", y ha sido definido como "la
expresión objetiva de un pensamiento oculto". Si tomamos cualquier sustantivo
o palabra similar, por ejemplo, y estudiamos su significación objetiva,
descubriremos que siempre expresa a la mente un definido pensamiento,
involucrando propósito, intención o quizás algún concepto abstracto. Si
empleamos ese mismo método incluyendo la idea de la Deidad o del Logos, se
esclarecerá el abstruso tema de la manifestación de Dios o Inteligencia
central, mediante la forma material, sea que Lo veamos manifestándose en la minúscula
forma de un átomo químico o en Su gigantesco cuerpo físico denominado sistema
solar.
En la conferencia anterior vimos algo que puede aplicarse a
todos los átomos y constituye cierta notable característica que los
científicos de todas partes van reconociendo. Se ha demostrado que los átomos
poseen vestigios de mente y una rudimentaria inteligencia. El átomo demuestra
poseer la facultad de discernir y el poder de seleccionar, la capacidad de
atraer o repeler. Podrá parecer extraño el empleo de la palabra inteligencia
con relación a un átomo químico, no obstante, la etimología de la palabra
incluye perfectamente esta idea. Deriva de dos palabras latinas:
inter, entre, y legere, elegir. Por lo tanto, la
inteligencia es la facultad de pensar o elegir, seleccionar y discernir. En
realidad es ese algo abstracto e inexplicable que reside detrás de la gran ley
de atracción y repulsión, una de las leyes básicas de la manifestación. Esta
fundamental facultad de la inteligencia caracteriza a toda la materia atómica
y rige también la construcción de las formas o conglomeración de átomos.
Anteriormente nos ocupamos del átomo en sí, pero no lo
consideramos cuando interviene en la construcción de la forma o de esa
totalidad de formas denominadas reino de la naturaleza. Consideramos
también parcialmente la naturaleza esencial del átomo y su incipiente
característica de inteligencia y destacamos aquello con lo cual están
construidas las distintas formas tal como las conocemos -las del reino mineral,
vegetal, animal y humano. En la totalidad de las formas tenemos toda la
naturaleza, tal como generalmente se comprende.
Ampliemos la idea, desde las formas individuales que
constituyen cada uno de los cuatro reinos de la naturaleza, y considerémosla
proporcionando esa forma aún mayor denominada reino y observemos a éste como
una unidad consciente, formando un todo homogéneo. Así cada reino de la
naturaleza puede considerarse como una forma a través de la cual puede
manifestarse determinado tipo o grado de conciencia. También así, el
conglomerado de formas animales constituye esa forma mayor o reino animal, que
a su vez ocupa un lugar en un cuerpo aún mayor. Por medio de ese reino procura
expresarse una vida consciente, y por el conglomerado de reinos trata de manifestarse
una Vida subjetiva mayor.
En los cuatro reinos mineral, vegetal, animal y humano,
tenemos tres factores, siempre que, lógicamente, la base de nuestro
razonamiento sea correcta: primero, el átomo original es una vida; segundo, las
formas están construidas por una multiplicidad de vidas, y proporcionan un
coherente conjunto, a través del cual una entidad subjetiva lleva a cabo un
propósito; tercero, la vida central dentro de la forma constituye su impulso
directriz, la fuente de su energía, el origen de su actividad y lo que mantiene
unida la forma como una unidad.
Esta idea puede aplicarse al hombre, y para los propósitos
de esta conferencia podemos definirlo como esa energía central, vida o
inteligencia, que actúa por medio de una manifestación material, o forma
construida por miríadas de vidas menores. Sobre el particular diré que en el momento
de la muerte se ha observado frecuentemente un extraño fenómeno. Hace algunos
años me llamó la atención sobre esto, una de las más hábiles enfermeras quirúrgicas
de la India, que durante mucho tiempo fue atea, pero había comenzado a dudar de
su incredulidad después de haber sido testigo de ese fenómeno repetidas veces.
Me explicó que en el momento de la muerte, en diversos casos, había visto
surgir de la cima de la cabeza un destello de luz, y que en un caso particular,
al morir una joven de evidente avanzado desarrollo espiritual, de gran pureza y
santidad de vida, quedó el aposento iluminado momentáneamente como por una luz
eléctrica. Además, hace poco, en una de nuestras populosas ciudades
meridionales, varias eminencias médicas recibieron una carta, donde un
investigador preguntaba si habían observado algún fenómeno particular en el
momento de la muerte.
Algunas respondieron haber visto una luz azulada surgiendo de
la cima de la cabeza del moribundo, y una o dos afirmaron que habían oído un
chasquido en la cabeza.
Este último caso está corroborado por el Eclesiastes, donde
se menciona la rotura del cordón plateado, o de ese vínculo magnético que une
la entidad que mora internamente, o el pensador a su vehículo de expresión. En
los dos casos mencionados, se advierte una demostración visual del retiro de la
luz central o vida, y la consiguiente desintegración de la forma y dispersión
de las miríadas de vidas menores.
A algunos les parece una hipótesis lógica, que así como el
átomo químico es una infinitesimal forma o esfera, con un núcleo positivo, que
mantiene girando a su alrededor los electrones negativos, también las formas de
los reinos de la naturaleza son de análoga estructura, y sólo difieren en grado
de conciencia o inteligencia. Por lo tanto, podemos considerar a los reinos
como la expresión física de una gran vida subjetiva, y por lógicos pasos llegar
a reconocer que cada unidad de la familia humana es un átomo en el cuerpo de
esa Vida o Entidad superior, llamada en algunas Escrituras, el Hombre
celestial. Llegamos finalmente al concepto de que el sistema solar es sólo un
conglomerado de los reinos de las formas y el Cuerpo de un Ser que Se expresa
por su intermedio y lo utiliza para llevar a cabo un definido propósito y una
idea central. En todas estas ampliaciones de nuestra hipótesis final vemos la
misma triplicidad; una Vida o Entidad animadora que se manifiesta por medio de
una forma o una multiplicidad de formas y denota inteligencia discriminadora.
No es posible ocuparnos del método de la construcción de
formas ni ampliar el estudio del proceso evolutivo por cuyo medio los átomos se
combinan en formas, y las formas se agrupan formando esa unidad mayor que
llamamos reino de la
naturaleza. Dicho método podría resumirse en tres términos: involución,
o sea circundar de materia la vida subjetiva, método por el cual la Entidad
inmanente se posesiona de su vehículo de expresión; evolución, o utilización de
la forma por la vida subjetiva, su gradual perfeccionamiento y la final
liberación de la vida aprisionada; la ley de atracción y repulsión, por la cual
se coordinan el espíritu y la materia, la vida Central adquiere
experiencia, expande su conciencia y por el empleo de esa particular forma
logra el conocimiento y el control de si misma. Todo se efectúa de acuerdo a
esta ley básica. En cada forma existe una vida central o idea, que viene a la
manifestación, revistiéndose cada vez más de sustancia, adoptando una forma o
configuración adecuada a su necesidad y requerimiento, utilizándola como medio
de expresión y, con el tiempo, liberándose de la forma circundante, a fin de
adquirir otra más adecuada a su necesidad. Así, a través de todo tipo de forma,
progresa el espíritu o vida, hasta que el sendero de retorno haya sido
recorrido, llegando al punto de origen. Tal es el significado de la evolución y
el secreto de la encarnación cósmica. Eventualmente el espíritu se zafa de la
forma, logra la liberación y desarrolla una cualidad síquica y graduada
expansión de conciencia. Consideremos brevemente estas etapas. Tenemos en el
primer caso el proceso de involución. En este período se limita la vida dentro
de la forma o envoltura, y este lento y prolongado proceso abarca millones y
millones de años. En este gran ciclo participa todo tipo de vida. Concierne a
la vida del Logos solar, manifestándose por medio de un sistema solar. Es parte
del ciclo de vida del Espíritu planetario, manifestándose por medio de una
esfera como nuestro planeta Tierra; incluye esa vida denominada humana, y atrae
hacia el camino de su energía a esa diminuta vida que actúa por medio del átomo
químico. Es el gran proceso del devenir, que hace posible la existencia y el ser.
Después de este período de limitación, de gradual y creciente aprisionamiento y
de descenso más profundo en la materia, le sigue otro de adaptación, donde la
vida y la forma se interrelacionan íntimamente; después viene el período en que
se perfecciona esa relación interna. Entonces la forma está adecuada a las necesidades
de la vida y puede ser utilizada. A medida que la vida interna se desarrolla y
amplia, se va cristalizando paralelamente la forma, y ya no es apropiada como
medio de expresión. Después del período de cristalización tenemos el de
desintegración. La limitación, adaptación, utilización, cristalización y
desintegración, constituyen las etapas que abarca la vida de una entidad o idea
corporificada, de grado superior o inferior, que trata de expresarse por medio
de la materia.
Apliquemos este pensamiento al ser humano. Al tomar forma
física es donde se ve el proceso de limitación, y también en los primeros días
de rebeldía, cuando el hombre henchido de deseos, aspiraciones, ansiedades e
ideales, es incapaz de expresarlos o satisfacerlos. Llega después la etapa de
adaptación, cuando el hombre comienza a utilizar lo que posee y a expresarse
como mejor puede, por medio de las miríadas de vidas e inteligencias menores
que constituyen sus cuerpos, físicos, emocional y mental. Energetiza su triple
forma, obligándola a obedecer sus mandatos y a cumplir sus propósitos; así
lleva a cabo su plan, para bien o para mal. A esta etapa le sigue aquella en
que utiliza la forma hasta donde es capaz, llegando a lo que denominamos madurez.
Finalmente, en las etapas posteriores de la vida llega la cristalización de la
forma, y el hombre reconoce lo inadecuado de la misma, entonces sobreviene la
feliz liberación llamada muerte, ese solemne momento en que el "aprisionado
espíritu" escapa de los muros de su forma física. Nuestras ideas sobre la
muerte han sido erróneas. Hemos considerado a la muerte como terrible final,
pero en realidad es la gran evasión, la entrada en una más plena actividad, y
la liberación de la vida desde el vehículo cristalizado y la forma inadecuada.
Ideas análogas pueden aplicarse a todas las formas, no sólo
a la del cuerpo físico humano; a formas de gobierno, de religión, de ciencia y
de filosofía, y su actuación en forma peculiar e interesante puede verse en
este ciclo en que vivimos. Todo se halla en estado de flujo. Cambia el antiguo
orden y está en marcha un período de transición; en toda corriente de
pensamiento se desintegran las viejas formas, pero únicamente para que la vida
que les dio el ser, pueda liberarse y construir para si lo que será más
satisfactorio y adecuado. Tomemos, por ejemplo, la vieja forma religiosa de la
fe cristiana; quisiera que no me interpreten mal, porque no trato de demostrar
que es inadecuado el espíritu del cristianismo ni que sean erróneas sus bien
comprobadas y experimentadas verdades; Tan sólo trato de señalar que la forma
por cuyo intermedio trató de expresarse ese espíritu, ha servido su propósito y
constituye una limitación. Las mismas grandes verdades y las mismas ideas
fundamentales requieren un vehículo más adecuado a través del cual actuar. Los
pensadores cristianos en esta época,
deben diferenciar cuidadosamente entre las vitales verdades del cristianismo
y la cristalizada forma teológica. El impulso viviente fue dado por Cristo.
Enunció esas grandes y eternas verdades y las envió para adquirir forma y
satisfacer la necesidad de un sufriente mundo. Fueron limitadas por la forma, y
sobrevino un largo período en que esa forma (dogmas y doctrinas religiosas)
creció gradualmente y se configuró. Transcurrieron siglos durante los cuales
la forma y la vida parecieron estar mutuamente adaptadas, y los ideales
cristianos se expresaron por medio de dicha forma. Ahora ha llegado el período
de cristalización, y la conciencia cristiana en expansión halla inadecuadas y
restrictivas las limitaciones de los teólogos. La gran trama de dogmas y
doctrinas erigida por los eclesiásticos y teólogos de las edades, debe
inevitablemente desintegrarse, pero sólo con el fin de liberar la vida interna
y construir un mejor y más satisfactorio medio de expresión y así estar a la
altura de la misión para la cual se la envió.
Lo mismo se observa en las distintas escuelas de
pensamiento. Todas expresan una idea mediante una particular forma o conjunto
de formas, y debe recordarse que la triple vida detrás de cada forma es una,
aunque los vehículos de expresión sean diversos y resulten inadecuados en el
transcurso del tiempo.
Entonces ¿qué propósito subyace en este interminable proceso
de la construcción de formas y en esta combinación de formas menores? ¿Cuál es
la razón de todo ello y cuál su finalidad? Con seguridad debe ser el desarrollo
de cualidades, la expansión de la conciencia, el desenvolvimiento de la
comprensión la obtención de los poderes de la siquis o alma, la evolución de la
inteligencia, la demostración gradual de la idea básica o propósito que esa
gran Entidad llamada Logos o Dios, está llevando a cabo por medio del sistema
solar. Es la demostración de Su calidad psíquica, porque Dios es Amor
inteligente, y cumple su determinado propósito, porque Dios es Voluntad
inteligente y amorosa.
Para cada uno de los diferentes tipos y grados de átomos
existe un propósito y una finalidad. Hay una meta para el átomo químico, hay
una etapa de realización para el átomo humano, el hombre; algún día el átomo
planetario manifestará su propósito fundamental y, eventualmente, se revelará la gran Idea que subyace
detrás del sistema solar. ¿Sería posible en breves momentos de estudio adquirir
un sólido concepto de lo que puede ser este propósito? Quizá tengamos una idea
amplia y general si abordamos el tema con suficiente reverencia y sensible
perspectiva, teniendo en cuenta que únicamente es dogmatizada por el ignorante
y que sólo el imprudente se ocupa detalladamente al considerar estos
estupendos tópicos.
Hemos visto ya que el átomo químico, por ejemplo, denota
inteligencia, vestigios de una mente discernidora y de una rudimentaria
capacidad selectiva. Así la diminuta vida dentro de la forma atómica manifiesta
cualidad psíquica. El átomo entra en la construcción de las diferentes formas
en distintas épocas y etapas, y cada vez adquiere algo de acuerdo a la fuerza y
vida de la entidad que anima esa forma y mantiene su homogeneidad. Tomemos,
por ejemplo, el átomo que se utiliza en la construcción de una forma del reino
mineral; no sólo demuestra mente discernidora y selectiva, sino también
elasticidad. En el reino vegetal aparecen estas dos cualidades y además una
tercera, podría denominársela sensación rudimentaria. La inteligencia inicial
del átomo adquiere algo durante la transición de una forma a otra y de un reino
a otro. Acrecienta su respuesta al contacto y su percepción general. Cuando
tratemos de la evolución de la conciencia consideraremos más ampliamente este
punto; pero ahora me limito a demostrar que las formas del reino vegetal
construidas por átomos, no sólo denotan discernidora inteligencia y
elasticidad, sino también capacidad de sensación, o de lo que en el reino vegetal
corresponde a la emoción o sentimiento, pues la emoción es amor rudimentario.
Sigue luego el reino animal, donde las formas animales, no sólo demuestran las
cualidades mencionadas, sino el instinto, o lo que algún día florecerá como
mentalidad. Finalmente llegamos al ser humano, que muestra todas estas
cualidades en un grado superior, pues el cuarto reino es el macrocosmos de los
tres reinos inferiores. El hombre demuestra actividad inteligente, es capaz de
sentir emoción y amor y ha agregado otro factor, la voluntad inteligente. Es
la deidad de su propio y pequeño sistema. Y no sólo es consciente sino
autoconsciente. Construye su propio cuerpo de manifestación, como lo construye
el Logos, aunque en menor escala. Rige su sistema por la ley de atracción y
repulsión, lo mismo que el Logos, y energetiza y sintetiza su triple
naturaleza en una coherente unidad. Es el tres en uno y el uno en tres, lo
mismo que el Logos.
Todo átomo tiene su porvenir en el sistema solar. El átomo
ultérrimo tiene ante sí una grandiosa meta, y a medida que transcurren los
eones, la vida que lo anima pasará por los sucesivos reinos de la naturaleza,
hasta llegar a su meta en el reino humano.
Ampliando la idea podemos considerar esa excelsa Entidad
vida animadora del planeta, que contiene en Su conciencia todos los reinos de
la naturaleza. ¿No sería posible que su Inteligencia, animadora de todo grupo y
reino, fuera la meta para el hombre, el átomo humano? Quizás con el correr del
tiempo, su actual conocimiento pueda ser también el nuestro, y para Él y todas
esas grandes Vidas que animan a los planetas del sistema solar, constituya la
adquisición de esa grandiosa amplitud de conciencia que caracteriza a esa
excelsa Existencia que es la vida animadora del sistema solar. Quizá sea verdad
que entre los diversos grados de conciencia que se extienden desde el átomo
químico y físico hasta el Logos del sistema solar, no haya separaciones ni
bruscas transiciones, pero siempre hay una gradual expansión y evolución de una
forma de manifestación inteligente a otra, y siempre la vida dentro de la
forma adquiere cualidad por medio de la experiència.
Cuando hayamos arraigado esta idea en nuestra conciencia,
cuando resulte evidente que existe un propósito y orientación que subyace en
todo, cuando nos demos cuenta que nada ocurre que no sea resultado de la
consciente voluntad de alguna entidad, y que todo lo que sucede tiene un
definido objetivo y meta, entonces tendremos la clave de nosotros mismos y de
todo lo que vemos suceder a nuestro alrededor en el mundo. Por ejemplo, si
comprendemos que debemos construir y cuidar el cuerpo físico, que controlamos
nuestra naturaleza emocional y somos responsables de desarrollar nuestra mente;
si comprendemos que somos factores energetizadores de nuestro cuerpo, y que al
retirarnos de él se desintegra y desmorona, quizá entonces tengamos la clave de
lo que puede estar haciendo la Vida animadora del planeta al actuar por medio
de todo tipo de forma (continentes, civilizaciones, religiones y organizaciones)
en el mundo, entonces quizás tengamos la clave de lo que ha sucedido en la
Luna, que es hoy una forma en desintegración, lo que está sucediendo en el
sistema solar, y lo que sucederá en él, cuando el Logos retire lo que para Él
sólo es una manifestación temporaria.
Apliquemos prácticamente estas ideas. En la actualidad
atravesamos un período donde todas las corrientes de pensamiento se
desintegran; la vida religiosa de los pueblos ya no es lo que era, y los dogmas
y doctrinas de todo tipo caen bajo el escalpelo de la crítica. Muchas
formas antiguas del pensamiento científico se desintegran, y se conmueven los
cimientos de las antiguas filosofías. El destino nos ha deparado uno de los
períodos más difíciles de la historia mundial, caracterizado por el derrumbe
de las naciones, la ruptura de antiguas relaciones y vínculos y la
evidentemente inminente dislocación de la civilización. Sería
un estimulo recordar que todo esto ocurre porque la vida de esas formas es tan
pujante, que las considera una prisión y limitación; debe tenerse presente que
este período de transición entraña la mayor promesa que jamás conociera el
mundo. No hay lugar para el pesimismo ni la desesperación, sino para el máximo
optimismo. Muchos se contrarían y afligen al ver sacudirse los cimientos, ante
la amenaza de derrumbarse las tan cuidadosamente erigidas y profundamente
queridas estructuras del pensamiento, creencias religiosas y los conceptos
filosóficos; no obstante, sentimos ansiedad porque la forma nos ha absorbido
demasiado y también porque nos ocupamos en demasía de nuestra prisión, y si
sobreviene la desintegración, es sólo para que la vida construya para sí nuevas
formas y pueda evolucionar. Tanto la tarea del destructor como la del
constructor constituyen el trabajo de Dios, y el gran dios de la destrucción
debe aplastar y destruir formas, a fin de facilitar el trabajo del constructor
para que el espíritu pueda expresarse más adecuadamente.
A muchos les parecerán novelescas, fantásticas e insostenibles
estas ideas, y aunque sólo sean hipótesis pueden ser interesantes y darnos la
clave del misterio. Vemos la destrucción de la civilización, vemos tambalearse
la trama religiosa, las filosofías vapuleadas y sacudidos los cimientos de la
ciencia materialista. Pero, después de todo, ¿qué son las civilizaciones?, ¿qué
las religiones?, ¿qué las grandes razas? Sencillamente las formas en que se
manifiesta esa grande y triple Vida central que anima nuestro planeta y trata
de expresarse. Así como nosotros nos expresamos por medio de la naturaleza
física, emocional y mental, así Él se manifiesta por medio de los reinos de la
naturaleza, de las naciones, razas, religiones, ciencias y filosofías, existentes
hoy. Cuando Su vida palpita en cada sector de Su ser, nosotros, como átomos y
células de esa gran manifestación, pasamos etapa tras etapa por cada
transición. Al transcurrir el tiempo y al ampliar nuestra conciencia,
adquirimos mayor conocimiento de Su plan, tal como Lo lleva a cabo, pudiendo
eventualmente colaborarse con Él en Su propósito essencial.
Resumiendo el pensamiento central de esta conferencia,
tratemos de reconocer que no existe tal cosa como materia inorgánica, que cada
átomo es una vida, que todas las formas son vivientes y que cada una de ellas
es la expresión de una entidad inmanente. Comprendamos que esto también atañe
al conglomerado de formas. He aquí la clave de nosotros mismos y quizás la
clave del enigma del sistema solar.
Es muy interesante y reveladora la enseñanza que nos legó Alice Bailey.
ResponderEliminarEl sitema de aplicación esotérica de la analogía entre el macro y el microcósmos, nos permite comprender que, tal como decía Blavatsky ! Igual es arriba que abajo e igual es abajo que arriba !.
Gracias Dani
Un fuerte abrazo
Marta
Este es un libro estupendo. Es mucho mas fàcil de asimilar que los escritos por el Maestro Tibetano (al menos para los principiantes en estos temas ), y a medida que vamos profundizando en el mismo nos va abriendo puertas a nuestra Intuición. Espero que ocurra lo mismo a los lectores.
EliminarGracias por tu comentario y presencia Marta
Un fuerte abrazo