Muy cerca de mi ocaso
yo te bendigo, vida,
porque nunca me diste esperanza fallida,
ni trabajos injustos, ni pena inmerecida.
Porque veo al final de mi rudo camino
que yo fui el arquitecto de mi propio destino;
que si extraje la miel o la hiel de las cosas,
fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas;
cuando planté rosales, coseché siempre rosas.
Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno;
mas no me prometiste tú sólo noches buenas,
y en cambio tuve algunas santamente serenas.
Amé, fui amado, el Sol acarició mi faz.
¡Vida, nada me debes!
¡Vida, estamos en Paz!
Amado Nervo, poeta mexicano
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