Os voy a comentar una anécdota que hace tiempo me ocurrió. Cuando me sucedió me pareció interesante comentarlo en el blog, ya que toda experiencia puede transmutarse en conocimiento y aprendizaje (al menos yo así lo intento hacer), y es ese el motivo de que os la comente.
Cuando llega el buen tiempo suelo realizar paseos por el campo en BTT (Bicicleta Todo Terreno). Uno de esos días cogí la bicicleta y salí a dar una vuelta. En un punto del recorrido, mientras iba pensando y disfrutando de los paisajes y bellos colores que la Naturaleza nos ofrece, pasé por una zona mas urbanizada. En un determinado momento vi en el suelo, delante de mí, a un caracol. Maniobré con la bicicleta para evitar aplastarlo y observé que dicho caracol se encontraba en un punto de la calzada muy próximo al lateral derecho de la misma. Instantáneamente pensé que, aunque le faltaba poca distancia por recorrer antes de estar a salvo en el prado, se encontraba aún en una zona de la calzada en la cual, aunque difícil, era susceptible de ser aplastado por algún vehículo. Mientras iba alejándome del caracol acudían a mi mente fugaces pensamientos:
“...está en un sitio que puede pisarlo un coche...”; “...¿y si vuelvo y lo pongo en una zona segura?...”; “...no puedes salvar la vida de todo ser vivo en la Naturaleza, ¡es un simple caracol!,...”; “...¿de qué te sirve salvar un caracol si mueren a miles diariamente?...”; “... está muy cerca del prado y es muy difícil que lo pise un coche...”; “...te están esperando y ya vas muy tarde, te quedan muchos kilómetros por recorrer, es absurdo perder mas tiempo aún...”
Mientras los pensamientos se sucedían, me iba alejando cada vez más y más del gasterópodo. Decidí finalmente continuar mi camino y acelerar la marcha para no llegar tan tarde a la cita.
Después de haber recorrido cientos de metros hubo un punto en el que, todo y sabiendo que llegaba tarde, no pude evitar frenar y dar la vuelta en dirección al caracol. Mientras me acercaba pensé: “...cuando llegues ya estará el caracol a salvo y habrás perdido el tiempo lastimosamente, eso, si es que llegas a localizarlo en el punto en que lo viste...”.
Después de realizar el trayecto inverso, llegué al lugar en donde debía de encontrarse el caracol. Me hallaba en el lado contrario de la calzada y me pareció observar que el caracol estaba ya muy cerca del prado, prácticamente a punto de alcanzarlo. Me dispuse a cruzar la carretera, cuando un vehículo surgió delante de mí por la derecha. Tuve que parar y cederle el paso mientras pensé: “...es poco probable que le pase por encima... el coche se tiene que acercar demasiado a la cuneta y no tiene necesidad de hacerlo, la calzada es suficientemente amplia...”
El automóvil cruzó la calzada sin acercarse demasiado al margen de la misma y continuó su camino. Seguidamente la crucé yo. Al llegar al lugar donde se encontraba el caracol puse el pie en el suelo para descender de la bicicleta y recogerlo. Con profunda tristeza pude comprobar que el desafortunado caracol había estado arrollado por uno de los neumáticos del coche.
Por unos momentos estuve meditativo contemplando lo poco que quedaba del desdichado caracol. Monté de nuevo en la bicicleta y continué mi camino hacia mi destino al que, como es de suponer, llegué con retraso.
Durante todo el recorrido que me quedaba hasta llegar al final, aparte de sentirme apenado e indignado por no haber sabido reaccionar a tiempo, el incidente me permitió sacar algunas conclusiones en línea con mis creencias y reflexionar sobre las mismas. Probablemente no todo el mundo de a un caracol el mismo valor que yo le he dado, pero el mismo sirve como ejemplo.
Aquí os dejo algunas de esas reflexiones extraídas de la tragicómica experiencia que, desde mi punto de vista, considero interesantes:
* A veces nos encontramos en situaciones en las que tenemos que tomar decisiones rápidas y experimentamos pensamientos o sentimientos opuestos. Algunas veces tenemos tiempo para reflexionar y decidir lo que creemos que mejor nos conviene, pero otras veces no. Aún disponiendo de tiempo, no siempre la decisión que elegimos suele ser la que mas nos satisface. En ocasiones recurrimos a nuestra lógica, pero también en ocasiones hacemos caso a esa “especie de sensación”, “intuición”, “voz interior” o como mejor os plazca llamarla. A esa “voz interior” algunas filosofías la describen como un intento del alma por establecer contacto con nosotros, la cual intenta hacerse sentir. Se dice que suele expresarse mediante corazonadas o intuiciones, y se manifiesta como remordimientos o mala conciencia cuando actuamos de manera incorrecta a voluntad. También se dice que en momentos de duda, cuando no sabemos que decisión hemos de tomar, la mejor opción y la que nunca suele fallar es hacer caso a lo que nos dice el corazón, es decir, a la voz de nuestra alma.
* Nuestros actos generan efectos de consecuencias previsibles y a veces de imprevisibles. Algunos de nuestros actos los podemos enmendar (como el de volver hacia atrás para intentar recoger al caracol). En otras ocasiones aunque enmendemos nuestros actos, no podemos evitar las consecuencias de nuestras acciones (como el evitar la muerte del caracol al no haberlo recogido cuando tuve la oportunidad de hacerlo). El factor tiempo, con toda su relatividad pero con su realidad subyacente, no lo podemos ignorar. Hay ocasiones en las que se nos presentan oportunidades y por motivos diversos decidimos posponer según que decisiones con excusas como: “...mas adelante ya lo haré...”, “... lo que tenga que pasar, pasará...”, “...haga lo que haga no servirá de nada…”, etc., pero algunas de esas ocasiones que se nos presentan es posible que no vuelvan a ocurrir o, al menos, deba de transcurrir mucho tiempo hasta poder volver a vivir una situación parecida. Con esto, no quiero decir que debamos precipitarnos en la toma de decisiones, pero sí de que tendríamos que afrontar las mismas cuando tenemos la oportunidad de hacerlo.
* El hecho de que no seamos conscientes de nuestros actos o no lleguemos a saber el resultado de los mismos, no significa que estos dejen de suceder (como en el caso del caracol, que aunque no hubiese dado la vuelta para intentar ponerlo a salvo y hubiese continuado mi camino, igualmente éste hubiese finalizado bajo la rueda del coche).
Todas estas reflexiones a más de uno le parecerán obviedades, pero para nuestro desarrollo interior no es necesario vivir grandes experiencias, leer infinidad de libros profundos ni alcanzar sublimes estados de conciencia. La mayor parte de veces la misma vida nos está constantemente ofreciendo oportunidades de aprendizaje las cuales, para la mayor parte de personas, nos pasan desapercibidas o simplemente hacemos caso omiso de las mismas. Es importante vivir conscientemente e intentar aprovechar toda oportunidad que nos ofrezca el destino, la cual, por trivial que pueda parecer, se nos suele presentar con un objetivo muy concreto y preciso. Nada es casual y todo tiene su razón de ser. Otra cosa es que nos creamos merecedores o no de ese destino y sepamos ver o no una oportunidad en el mismo, pero todo lo que pueda suceder está motivado y planificado con un objetivo concreto.
Creo que es importante estar conscientes en todo momento de la realidad que nos envuelve, para de esta manera no dejar escapar ningún detalle por nimio que pueda parecer, como el del caracol en mi caso ya que, aunque no se trate de un hecho transcendental (todo y que desde el punto de vista del caracol seguro que sí lo era), el mismo me permitió reflexionar en profundidad sobre diversos aspectos.
Dani
Me ha encantado la reflexión
ResponderEliminarMe alegra saber que te ha gustado. Gracias por el comentario
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