Alice A. Bailey (como algunas/os de vosotras/os quizás conozcáis) escribió una serie de libros, algunos de suyos como este ("La Conciencia del Átomo") y otros con enseñanzas dadas por el Maestro Djwhal Khul (mas conocido como el Maestro Tibetano).
Este libro trata de la relación científica entre materia y consciencia, en una época en que la evolución influencia progresivamente la sustancia de todas las formas. El "átomo" aparece como la réplica miniaturizada más completa de la estructura energética común a todas las formas de vida: cósmica, planetaria, humana y subhumana"
Paulatinamente iremos añadiendo nuevos capítulos del libro para poder tratarlos con "la suficiente tranquilidad y mente abierta", aspectos indispensables para poder profundizar en estos temas.
Recordemos que el libro fue escrito hace casi 100 años, por lo que algunas expresiones, aspectos y comentarios que puedan aparecer en el mismo han de considerarse como de aquella época y, por tanto, quizás no coincidan del todo con la realidad actual.
Si alguien estuviese interesado en obtener mas información sobre A. A. Bailey, la Escuela Arcana y/o el Maestro Tibetano (Djwhal Khul), puede consultar los enlaces siguientes:
FUNDACIÓN LUCIS TRUST
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LA EVOLUCIÓN CÓSMICA
SÉPTIMA CONFERENCIA
Alguien puede considerar ridículo dar una
conferencia sobre la Evolución Cósmica, porque, como es lógico, yo ni ninguna
mortal sabe algo sobre este tema y, en consecuencia, somos incapaces de
explayamos sobre él. Sin embargo, hay ciertas deducciones que podemos extraer
de acuerdo a la ley de analogía, que podrán conducirnos a interesantes regiones
del pensamiento.
Durante varias semanas consideramos la evolución del átomo, etapa tras
etapa, hasta incluir el entero sistema solar en el término átomo. Estudiamos,
primeramente, en líneas generales, el átomo de sustancia, después el átomo
humano y luego aplicamos lo que conocemos sobre ambos a una esfera mayor, átomo
o planeta, denominado átomo planetario; extendiendo la idea hasta el átomo del
sistema solar, dijimos que tiene su lugar dentro de un todo mayor.
Estudiamos tres métodos de evolución o
desarrollo, en conexión con este tema. Consideramos los aspectos que evolucionaron
por medio de esos átomos, sus cualidades o naturaleza síquica y vimos que en el
átomo de sustancia la única cualidad síquica que podíamos atribuirle era la
inteligencia. Pasamos después a las formas atómicas subhumanas y vimos que las
formas en los reinos mineral y vegetal, manifestaban otra cualidad de la
deidad, sensación, sensibilidad, amor embrionario y emoción. También
descubrimos que en el reino animal comenzaba a manifestarse una tercera cualidad,
la mente rudimentaria, y al llegar al átomo humano teníamos la expresión de
tres aspectos, inteligencia, amor y una voluntad central. Extendimos este
concepto al planeta y al sistema solar, y hallamos que por medio de la forma
del sistema solar actúa una excelsa Inteligencia o Mente, utilizada para
demostrar otra cualidad, Amor o Sabiduría, y que energetizaba todo mediante una
gran VOLUNTAD. De ello deducimos que esa voluntad podía ser la manifestación de
una Entidad que anima a todo el sistema solar, desde el ínfimo átomo de
sustancia hasta la gran Vida que energetiza al sistema planetario.
Sentados estos fundamentos, pasamos a
considerar la evolución de la vida consciente en la forma atómica, y vimos que
en cada átomo evolucionaba conscientemente un tipo superior de conciencia, y
que la conciencia humana se distingue de las otras formas inferiores en que es
autoconsciente; que el hombre es una inteligente voluntad que ejecuta
conscientemente cada acción, y se da cuenta de lo que lo rodea, actuando en
definida línea de actividad con un particular objetivo. La autoconsciencia del
hombre conduce a algo más elevado, a la conciencia del gran Espíritu
planetario, que puede describirse mejor como conciencia grupal. A medida que
avanza la evolución, el hombre pasará de la etapa de la autoconsciencia en que
nos hallamos ahora, ustedes y yo, al conocimiento de lo que significamos por conciencia
grupal, algo prácticamente desconocido, excepto como un hermoso ideal, un sueño
que se materializará en un lejano futuro. La conciencia grupal conducirá
lógicamente a lo que a falta de mejor término, llamamos conciencia de Dios,
aunque desapruebo el empleo de la palabra Dios debido a que ocasiona muchas
discusiones entre los distintos pensadores de la familia humana. Estas
diferencias se fundan mayormente en las distintas fraseologías y términos que
se emplean para expresar ideas fundamentales y los varios métodos de
organización. Cuando el científico habla de fuerza o energía, el cristiano de
Dios y el hinduísta emplea términos análogos a 'yo soy ese yo soy', o el yo,
todos se refieren a la misma Vida una, y pierden el tiempo en el intento de demostrar
el error ajeno y la exactitud de su propia interpretación.
Vimos después, en términos generales, que la
evolución atómica podía dividirse en dos etapas: una, la atómica; la otra, a
falta de mejor término, la radiactiva. La etapa atómica es ésa donde el átomo
vive su vida autocentrada, preocupándose totalmente de su propia evolución y
del efecto producido por sus contactos. A medida que prosigue la evolución, se
evidencia que el átomo comienza a reaccionar a una vida mayor fuera de sí mismo
y tenemos aquí un período análogo al de la construcción de formas, donde los
átomos de sustancia son atraídos por una mayor carga de energía o fuerza
eléctrica positiva, si desean llamarla así, que los absorbe o atrae y construye
una forma con ellos, que a su vez se convierten en electrones. Vimos que en
nuestro caso y en el de toda unidad autoconsciente, se sigue el mismo
procedimiento y que posemos una vida central que mantiene dentro de la esfera
de su influencia a los átomos que constituyen los distintos cuerpos, físico,
emocional y mental; también que nos manifestamos, nos movemos y vivimos nuestra
vida, desarrollamos nuestros propósitos, atrayendo hacia sí átomos de sustancia
adecuados a nuestra necesidad para poder así realizar los necesarios contactos.
Estos átomos son, para nosotros, la vida central, lo que los electrones para la
carga central positiva en el átomo de sustancia. Después comprendimos que si
esto es verdad, es decir, si existe una etapa autocentrada o período
estrictamente atómico para el átomo y para el átomo humano, entonces se podría
decir lo mismo del átomo del planeta, habitado por su Vida central espiritual.
De allí entramos en el campo de las conjeturas y consideramos que todo lo que
transcurre en el planeta se debe a la condición autocentrada de la Entidad que
lleva a cabo su propósito por medio del planeta. Finalmente introducimos la
misma idea en conexión con el sistema solar.
Pasamos luego a considerar la segunda etapa,
la radiactiva, que los científicos están estudiando desde hace veinte años en
conexión con el átomo químico y físico, y vimos una condición análoga en la
evolución del átomo humano, pero precedida por un período paralelo al de la
etapa atómica, donde el hombre es puramente egoísta, totalmente autocentrado y
no le interesa el bienestar del grupo del cual forma parte. Esta etapa previa
es muy evidente hoy en el mundo. Un gran porcentaje de la familia humana se
halla en la etapa atómica, pero recordemos que es una etapa protectora y
necesaria; por ella pasa toda unidad humana durante el proceso de descubrir su
lugar en el grupo, permitiéndole desarrollar algo que dé valor a ese grupo
cuando entre en la segunda etapa.
También hay en el mundo unidades humanas que
están pasando a la segunda etapa y llegando a ser radiactivas y magnéticas,
influyen a otras formas y van siendo conscientes del grupo. Salen de la etapa
del "yo soy" y entran en el conocimiento de "yo soy ése";
comienzan a conocer la vida y propósito de la excelsa Entidad de cuyo cuerpo
son parte; se dan cuenta del propósito detrás de la vida del Espíritu
planetario el impulso subjetivo, subyacente en la manifestación objetiva de la
tierra. Empiezan a colaborar con Sus planes, a trabajar por el mejoramiento de
su grupo, y la diferencia entre ellos y los otros átomos de la familia humana
es que ahora son conscientes del grupo, poseen perspectivas más amplias,
reconocimiento grupal y un propósito mayor. Al mismo tiempo, no pierden su
autoconsciencia ni su identidad individual, y mantienen su propia vida esferoidal,
pero no aplican a sus propios planes la fuerza y la energía que afluye a través
de ellos, sino en la inteligente colaboración con la excelsa Vida de la cual
forman parte. Dichos hombres son pocos y vienen de vez en cuando, pero cuando
sean más numerosos, entonces podremos esperar un cambio en las condiciones del mundo, y también la llegada
de ese momento de que habla San Pablo, cuando dice: "No deberá haber
desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros deben cuidarse mutuamente. Si
un miembro padece, todos sufren con él, y si un miembro es honrado, todos se
regocijan con él... El mismo Dios actúa en todos. Hay diversidad de dones, pero
el mismo espíritu; hay diversidad de ministerios o servicios, pero el mismo
Señor". Cuando todos seamos conscientes del grupo, entonces lo seremos del
propósito subyacente en la manifestación, en nuestro planeta; cuando seamos
conscientemente activos y apliquemos nuestra energía en llevar a cabo los
planes del grupo, entonces llegará lo que los cristianos llaman el
"milenio".
Ahora bien, si tenemos en la evolución del
átomo de la sustancia y en el humano, ambas etapas, y si son la base de todo
futuro desarrollo, entonces dentro del átomo planetario tendremos las mismas
dos etapas, aquella en que la Vida planetaria lleva a cabo Sus propios planes,
y otra donde colabora con los planes superiores de la Vida que anima al sistema
solar. Como aún no puedo entrevistar al Espíritu planetario, no puedo decir si
colabora con los propósitos del Logos solar, pero podemos tener una idea
general del propósito, estudiando la evolución de la raza y el desarrollo de
los grandes planes internacionales en el planeta. También debe recordarse que
aunque los seres humanos nos consideramos como la manifestación más elevada en
el planeta, puede haber otras evoluciones, a través de las cuales pudiera estar
actuando la Vida central y de la cual muy poco sabemos. No sólo debemos
estudiar al hombre, sino también la evolución angélica o dévica, como la llama
el hinduista. Esto nos abre un dilatado campo de estudio y reflexión.
En el sistema solar esperamos hallar además
análogas etapas, y probablemente la gran Vida que anima el entero sistema
solar, esa gran Entidad que utiliza al sistema solar para llevar a cabo un
definido propósito, lo energetiza por medio de estos grandes centros de fuerza
que llamamos átomos planetarios, que a su vez actúan por medio de centros
menores o grupos, haciendo descender su energía a través de los grupos de
átomos humanos, a los distintos reinos de la naturaleza, y así al minúsculo
átomo de sustancia que refleja a su vez todo el sistema solar. Si meditamos
sobre esta cuestión de la vida atómica, resulta muy interesante y nos introduce
en múltiples conjeturas. Uno de los puntos más interesantes que nos ofrece es la
íntima correlación, la estrecha interacción de los diversos átomos y la
omnipenetrante unidad que finalmente debemos reconocer. Si hemos descubierto
que en la evolución de los átomos de todo tipo llega una etapa en que palpan y
buscan su lugar en el grupo, y de positivos se convierten en negativos, en lo
que respecta a una vida mayor, si es verdad que en estas manifestaciones de
conciencia hay una etapa autoconsciente y otra de conciencia grupal, ¿no sería
lógico y posible, después de todo, que nuestro sistema solar sea sólo un átomo
dentro de un todo mayor? ¿No habrá para nuestro sistema solar y Logos solar,
una vida central más grande hacia la cual el espíritu animador, dentro de la
esfera solar, sea gradualmente atraído y a cuya conciencia aspira nuestra
deidad? ¿Se observan en alguna parte, indicios de esta fuerza atractiva o meta?
¿Hay mayores esferas de vida solares fuera de nuestro sistema, que producen un
definido efecto sobre él? Todo esto puede ser una mera conjetura, pero ofrece
puntos interesantes. Si consultamos los tratados de astronomía para averiguar
si lo afirman los astrónomos, hallaremos muchas opiniones contradictorias. Unos
dicen que en las Pléyades hay un punto central en cuyo torno gira nuestro
sistema planetario, y otros declaran que el punto de atracción magnética está
en la constelación de Hércules, y por otra parte otros lo contradicen
rotundamente. Algunos astrónomos hablan de "deslizamientos de
estrellas" y dicen que van hacia una dirección específica, mientras otros
arguyen que en distancias tan vastas no es posible determinar si ciertos
sistemas siguen o no una órbita definida.
Sin embargo, si consultamos los antiguos
libros mitológicos, podremos definir el mito como algo que oculta una gran
verdad, hasta comprenderla, y si estudiamos los antiguos libros de Oriente,
hallaremos que todos aluden a dos o tres constelaciones que poseen una relación
íntima y peculiar con nuestro sistema solar. Respecto a esto los modernos
astrónomos mantienen una actitud agnóstica, que corresponde al punto de vista
de la ciencia materialista. Lo que trato de acentuar es que un tópico sobre el
cual están divididos y discuten los astrónomos, y que sin embargo exponen tan
claramente los libros orientales, debe basarse en la realidad científica y en
que probablemente hay algo de verdad en tal afirmación. Mi sugerencia personal
sobre este aspecto de la verdad no reside en la interpretación física, sino en
la Conciencia; que la evolución síquica se está llevando a cabo en el átomo
(empleando la palabra síquica en sentido de conciencia subjetiva), puesto que
está insinuada en dichos libros, subrayando la oculta relación que tenemos con
otros sistemas solares. Quizás aquí encontremos la verdad. La vida subjetiva
puede ser una, la energía que fluye entre ellas también puede ser una; pero en
las formas físicas reside la diversidad. Quizás en la evolución de la
inteligencia, en la manifestación del amor, o conciencia grupal, y en el
desarrollo de la voluntad, o propósito, reside la unidad, la unicidad de la
vida subjetiva y el eventual reconocimiento de que sólo en la forma existe
separación y diferenciación.
Al
considerar este asunto, los libros orientales dicen que las siete estrellas de
la Osa Mayor, las siete estrellas de las Pléyades y el sol Sirio, están en
íntima relación con nuestro sistema solar y tienen estrecha relación psicomagnética
con nuestro Logos solar.
Hemos visto que la meta para el átomo de la sustancia es la
autoconsciencia, y que para la entidad que está evolucionando a través de un
planeta, la meta puede ser la conciencia de Dios. Pero, lógicamente, al
considerar al Logos solar fallan las palabras; sin embargo, para Él también
debe haber una meta, que bien podríamos denominar Conciencia Absoluta. Daré un
ejemplo: se dice que nuestro cuerpo está constituido por multitud de pequeñas
vidas, células o átomos, poseyendo cada uno su propia conciencia individual o
autoconsciencia. La conciencia del cuerpo físico, considerado en conjunto,
podría ser, desde el punto de vista del átomo, como su conciencia grupal.
Después tenemos la conciencia del hombre, el pensador, que energetiza al
cuerpo, lo maneja a voluntad, y es para el átomo de su cuerpo, análogamente a
lo que denominamos conciencia de Dios. Nuestro conocimiento autoconsciente se
halla tan lejos del átomo, como la conciencia del Logos solar está de la
nuestra. Para el átomo del cuerpo humano, esa conciencia del Logos solar, ¿no
podría ser la denominada Conciencia Absoluta? Esta idea puede extenderse al
átomo humano y al átomo planetario, de modo que el Logos solar tiende a una
conciencia más allá de la propia, análoga a la que se extiende entre nuestro
átomo y el de Él. Aquí se nos abre una maravillosa perspectiva sumamente
alentadora, porque si estudiamos la célula del cuerpo físico y consideramos la
enorme distancia recorrida entre su conciencia y la humana, tenemos la promesa
y la esperanza de una futura realización y el incentivo para perseverar en
nuestro esfuerzo.
Los antiguos libros de Oriente han mantenido
en secreto durante largos siglos muchas verdades que hoy empiezan a
introducirse en la conciencia del occidental. Enseñaron hace miles de años la
radiactividad de la materia, y quizás después de todo puede haber el mismo
fondo de verdad en su enseñanza sobre las constelaciones. Acaso en las
estrellas que vemos en el lejano firmamento, y en la vida que en ellas
evoluciona, esté la meta de nuestro Logos solar, y las influencias que afluyen
hacia él, lo atraen y a su debido tiempo lo hacen radiactivo. Los libros orientales
dicen que en el sol Sirio está la fuente de la sabiduría y que de allí emana la
influencia o energía del amor. También dicen que hay una constelación que está
más estrechamente vinculada a nuestro Logos solar, debido a que Éste no ha
evolucionado bastante para responder completamente a Sirio, pero puede
responder a la influencia de las siete hermanas, las Pléyades, que es una
interesante constelación. Si consultamos en un diccionario la palabra
"electricidad", hallaremos que se refiere etimológicamente a la
estrella Electra, una de las siete hermanas, que para algunos es la Pléyade
perdida. Los instructores orientales dicen que en el misterio de la electricidad
está oculto todo conocimiento, y que cuando lo sondemos, conoceremos todo lo
conocible. No es posible decir qué relación existe entre las Pléyades y nuestro
sistema solar; pero la Biblia cristiana reconoce tal relación, pues Job habla
de la "dulce influencia de las Pléyades", y alguna de las Escrituras
orientales afirman que la conexión reside en el sonido o vibración. Quizás las
Pléyades son la fuente de la vida atómica de nuestro Logos, el activo aspecto
inteligente, el primero que se desarrolló y al que podríamos llamar materia
eléctrica.
Tenemos luego la Osa Mayor. Mucho de interés dicen los escritos
orientales acerca de la relación entre las Pléyades y la Osa Mayor. Se dice que
las siete hermanas son las siete esposas de las siete estrellas de la Osa
Mayor. ¿Qué verdad encubre esta leyenda? Si las Pléyades son la fuente de la
manifestación eléctrica, el activo aspecto inteligente del sistema solar y la
energía que anima a toda materia, pueden representar el aspecto negativo, cuyo
polo opuesto o positivo serían sus siete esposos, las siete estrellas de la Osa
Mayor. Quizás la unión de ambas constelaciones engendró nuestro sistema solar.
Acaso estos dos tipos de energía, el de las Pléyades y el de la Osa Mayor, al
unirse en su conjunción, produzcan y sigan produciendo el surgimiento en los
cielos de lo que llamamos nuestro sistema solar.
La
relación de ambas constelaciones o más bien su relación subjetiva, debe tener
una base real, pues de lo contrario no la insinuarían las diversas mitologías.
Debe haber algo que las relaciona entre las miríadas de constelaciones, con
nuestro sistema solar. Pero nos extraviamos cuando tratamos de aplicarla en
forma puramente física. En cambio, si la definimos en líneas de la vida
subjetiva y la conectamos con la energía, cualidad o fuerza, probablemente
tropecemos con la verdad y descubramos algo de la realidad subyacente en lo que
a primera vista parece una disparatada fábula. Todo cuanto dilate nuestro
horizonte y nos permita ampliar la visión y obtener una clara perspectiva de lo
que sucede en el proceso evolutivo, será muy valioso, no por lo que valga la
acumulación de hechos comprobados, sino por lo que permite acrecentar dentro de
nosotros mismos, acrecentar nuestra capacidad de pensar en términos más amplios,
ver más allá de nuestro autocentrado punto de vista e incluir en nuestra
conciencia aspectos diferentes del nuestro. Al hacerlo desarrollamos la
conciencia grupal y llegamos eventualmente a comprender que los hechos
aparentemente maravillosos por los cuales luchamos y morimos, en el transcurso
de los siglos, y destacamos como toda verdad, fueron, después de todo, simples
fragmentos de un plan y porciones infinitesimales de la gigantesca suma total.
Quizás cuando volvamos de nuevo a la tierra y podamos mirar las cosas que tanto
nos interesan ahora y tan importantes nos parecen, descubramos cuán erróneos
eran los hechos tal como los captamos entonces. Después de todo, los hechos no
tienen importancia; no la tienen ahora los hechos del último siglo, y en el
próximo siglo los científicos se reirán de nuestras aseveraciones dogmáticas y
se admirarán de cómo observábamos la materia. Lo importante en realidad es el
desarrollo de la vida y su relación con lo que la circunda, y aún mayormente el
efecto que producimos con quienes estamos asociados y el trabajo que
realizamos, que afecta para bien o mal, al grupo al cual pertenecemos.
Al
cerrar esta serie de conferencias no puedo hacer nada mejor que citar las
palabras de San Pablo: "Porque tengo por cierto que las aflicciones del
tiempo presente, no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha
de manifestarse... porque somos salvados por la esperanza... por lo cual estoy
seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados, ni
potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni
ninguna cosa creada, nos podrá separar del amor de Dios..."
Gracias Dani por compartir éstas perlas de sabiduría.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo estimado amigo del alma.
Gracias a ti por tu fiel presencia.
EliminarUn fuerte abrazo
Un condensado e interesante resumen esotérico y científico de las conferencias de Alice Bailey,
ResponderEliminarTodos los temas que desarrolla son de gran interés, aunque a mi lo que más me ha llamado la atención es sobre lo que habla de la consciencia grupal.
Desde que ella dió estas conferencias, en el mundo han proliferado gran cantidad de grupos esotéricos y ello demuestra que el Alma va ganando terreno, pues sabemos muy bien que la consciencia del ser humano corriente es personal, sin embargo para el Alma únicamente existe el Grupo.
La cita de San Pablo refleja el estado de consciencia que actualmente muchas personas en el mundo están experimentando.
Gracias Dani
Un fuerte abrazo
Marta
Gran labor la de Alice A.Bailey y el Maestro Tibetano. Como bien dices empiezan a verse sus frutos.
EliminarUn fuerte abrazo Marta