LA LUCHA MORAL EN EL
HOMBRE
No hay en la vida humana más
arduo problema ni mayor dificultad que el reconocimiento de ser dos entidades
en una. Así San Pablo gime en la lucha de la ley de sus miembros contra la ley
del espíritu y angustioso exclama:
"Porque no hago el bien que
quiero; mas el mal que no quiero, éste hago. y ,si hago lo que no quiero, ya no
lo obro yo, sino el pecado que mora en mí. Así que, queriendo yo hacer el bien,
hallo esta ley: Que el mal está en mí. Porque según el hombre interior me
deleito en la ley de Dios: mas veo otra ley en mis miembros que se rebela
contra la ley de mi espíritu, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que
está en mis miembros. ¡Miserable hombre de mí! ¿Quién me librará del cuerpo de
esta muerte?" (Rom. 7; 19-24.)
Pero acaso en ninguna parte está
descrita tan profundamente esta lucha como en las Confesiones de San Agustín,
quien dice: "Me arrebató a ti tu propia belleza, y me arrancó de ti mi
propio peso, arrojándome gemebundo sobre estas bajas cosas; y el peso eran los
hábitos de mi carne" (7,17).
Y en otro pasaje dice:
"Los goces de esta mi vida,
de los cuales debo lamentarme, están en pugna con mis tristezas, en las cuales
debiera regocijarme. No sé a qué lado se inclinará la victoria " (10, 28).
Es la perpetua experiencia del
hombre en lucha, con tanto acierto expresada por Goethe al exclamar:
"¡Ay! que dos almas alientan
en mi pecho. "
Es la experiencia de todo
aspirante que se halla en el Sendero del Ocultismo, y aun de todo ser humano
que trate de vivir noblemente, de acuerdo con los dictados de su Yo superior, y
se ve retardado o impedido por los deseos de su yo inferior. Nadie está libre de
esta lucha fundamental. En innumerables formas nos enfrenta esta Hydra de
múltiples cabezas, y la vida de muchos aspirantes al ocultismo es una tragedia
a causa de esta interna lucha, que no sólo ocasiona agudos sufrimientos y
menosprecio propio, sino que agota los cuerpos y substrae vitalidad.
¿Hay en la vida humana más acerbo
sufrimiento moral que contemplar la visión del espíritu y al instante negarla
en la vida práctica? Entonces sentimos aquel menosprecio de nosotros mismos que
según dice Hamlet es "más amarga bebida que la sangre"; sentimos la
desesperación del repetido fracaso en el intento de vivir como deberíamos
vivir.
Tan magna como es esta tragedia
humana, lo más trágico de ella es su innecesidad como resultado de nuestra
ignorancia respecto a la actuación de nuestra conciencia.
LA CAUSANTE IGNORANCIA
Lo último que descubre el hombre
es a sí mismo. Es una extraña y sin embargo universal verdad que la sed de conocimiento
debió empezar en el hombre por lo más lejano y terminar por lo más cercano. El
hombre primitivo estudió el firmamento, pero sólo hasta ahora en los modernos
tiempos comienza el hombre a explorar los misterios de su alma. La mayoría de
seres humanos son un misterio para sí mismos, y aun muchos, ni siquiera se
percatan de la existencia del misterio. Si al hombre vulgar le preguntáramos lo
que en realidad es como ser viviente; qué sucede cuando siente, piensa y obra;
cuál es la causa de la lucha entre el bien y el mal de que es consciente en su
interior, no sabría qué responder, y aun las mismas preguntas le parecerían
nuevas y extrañas. Sin embargo, ¿no es más extraño todavía que vayan las gentes
por la vida sobrellevando todas sus vicisitudes, sufriendo las miserias comunes
a todos los hombres, regocijándose en los fugaces placeres de la vida,
soportando su incesante carga, y a todo esto sin preguntar por qué?
Si viésemos a un hombre que
viajara con mucha incomodidad y fatigas, y al preguntarle a dónde iba nos
respondiera que nunca se le había ocurrido pensarlo, seguramente lo tildaríamos
de mentecato. No obstante es exactamente el caso de la mayoría de las gentes en
la vida ordinaria. Siguen su camino desde el nacimiento hasta la muerte,
trabajan durante todo el trayecto y nunca preguntan por qué, o si lo preguntan,
formulan la pregunta en términos superficiales sin preocuparse de recibir o no
respuesta.
Pero en su larga peregrinación a
cada alma le llega la hora en que la vida le es imposible a menos, que conozca
su motivo; cuando desilusionada del mundo circundante en donde no puede hallar
duradera satisfacción, da el alma por un momento de mano a su frenética caza
tras las ilusiones, y exhausta queda silenciosa y solitaria. Entonces nace en
el interior del alma la conciencia de un
nuevo mundo.
Entonces, desviado su rostro de
la fascinación del mundo circundante, descubre el alma la permanente realidad
del mundo interior, el mundo del Yo superior. Entonces y sólo entonces pueden
responderse las preguntas acerca de la vida; pero como ha dicho Emerson, el
alma nunca responde verbalmente, sino por lo que ella misma inquiere.
CONOCIMIENTO DE NUESTRA VERDADERA
NATURALEZA
Durante el período de lucha, se
formula el hombre preguntas respecto a la finalidad de la vida y la naturaleza
de su ser; pero cuando llegan las respuestas, olvida las preguntas en la
experiencia de la Realidad en sí misma.
Así, en cuanto a la respuesta
referente a la existencia del hombre, no es una exposición intelectual del modo
cómo está constituido, sino más bien el reconocimiento de su interno Yo, y en
consecuencia, el descubrimiento del mundo de este Yo. Cuando consideramos el
problema de la dualidad que en la vida diaria experimentamos todos de un Yo
superior por una parte y de un yo inferior por otra, hallamos una admirable
verdad.
El hombre es esencialmente
divino. Como hijo de Dios participa de la naturaleza de su Padre cuya divinidad
comparte. Por lo tanto, la verdadera patria del hombre es el mundo de la
Divinidad, en donde vivimos y somos y tenemos nuestro ser "de eternidad a
eternidad ".
El ego humano tiene sus
actividades en su propio mundo, y allí goza de una jubilosa y esplendente vida
más allá de toda concepción.
Por consiguiente, en su propio
mundo no puede aprender las lecciones de la experiencia, y por esto transfiere
su conciencia a los mundos de manifestación externa, en donde rige la
multiplicidad con la antítesis del Yo y del no-yo. Solamente en estos mundos de
manifestación externa y mediante cuerpos constituidos por materia de los mismos
mundos puede el ego tener conciencia de sí mismo como separada individualidad.
En el mundo divino, la verdadera patria del ego, no hay distinción, entre el yo
y el no-yo, porque cada entidad participa de la universal conciencia del
conjunto; y así es que en el mundo divino no puede adquirir el ego la
conciencia de sí mismo. Unicamente en el trino universo de manifestación
externa, constituido por los mundos físico, emocional y mental hallamos la
dualidad de objeto y sujeto necesaria para adquirir la conciencia individual.
Para lograr este conocimiento se transfiere el ego a los mundos exteriores y asume
cuerpos de la materia de estos mundos. El Génesis describe este traslado del
alma a los mundos de tinieblas. El paraíso primitivo no es un estado que pueda perdurar
por mucha que sea su belleza y armonía. El alma ha de comer del árbol del bien
y del mal, del árbol del conocimiento aun a costa del Paraíso. Una vez
experimentado el deseo de conocer los mundos de materia, asume el, alma
"túnicas de pieles " o cuerpos materiales, y desde entonces ha de
vivir sujeta a las condiciones de la existencia material, y "ganarse el
pan con el sudor de su rostro " .
La finalidad de este largo
destierro es la redención o regeneración, que se efectúa cuando el alma recobra
el conocimiento de su esencial divinidad y Cristo nace en el corazón del
hombre. Entonces se restituye al Paraíso; pero con plena conciencia de sí
mismo, posee el ego en su propio mundo los frutos de su descenso a los mundos
de materia.
Fuente: "Dioses en el destierro" (J. J. Van Der Leeuw)
La No Lucha es mi lucha. O la aceptación consciente es mi solución. En mi humilde experiencia, aprendo a dejar esas historias de carne y otras tentaciones, desanimarse poco a poco entre si. Es como dejar de fumar; no se fuma y punto. Lo sé (lo de fumar) por experiencia quiero añadir. Que se muera el habito al Yo no darle de comer. Pero estoy de acuerdo que hay cosas es más difíciles de dejar, pero se puede lograr con el tiempo. Todo es posible.
ResponderEliminarLa mente debe ser domada con amor desde el 'Yo Soy', pero sin violencia ni cabreo. No creo que sirva tratarse uno mismo de miserable u otros adjetivos despectivos para avanzar en el camino de la paz el amor y de la sabiduría. En fin.., esa es solo mi forma de ver el asunto, claro.
Creo en la paz en uno mismo creada unificando el ying y el yango (o los polos negativos y positivos), que se va transformando y readaptando, reequilibrando, según nuestros progresos Voluntarios, gracias a que nos hemos elevados (es decir: enfocados) por encima de esas tremendas fuerzas, simplemente aceptándolas y también a su vez, aceptando que Uno Es, porque si queremos de Verdad, como bien sabes, lo podemos ver: que estamos al mando; que no somos el coche, sino el que lo conduce mejor o peor...
Un abrazen Dani :) Feliz Domingo! y de este paso, me marcho a la playa a caminar meditando jeje!
Es un texto orientativo y muy completo Dani, que nos puede servir de guia a quienes deseamos reencontrar nuestros Orígenes Divinos
ResponderEliminarEsto me ha hecho pensar en el simbolismo del Hijo Pródigo.
Habiendo dado la espalda a la Casa de Padre, el alma se sumerge en la oscuridad de la matéria para adquirir experiencia y llegar a ser plenamente consciente del mundo de las formas. Después de haberle dado la espalda e incluso habiéndo negado su existencia, llega una etapa crítica en que recupera un vago recuerdo de su pasado divino, entonces empieza a reconocer esta llamada que siente en su interior y que le atrae hacia el camino ascendente en dirección al Hogar perdido.
En esta etapa que va de la oscuridad a la Luz, debeá renunciar a todo lo adquirido de sus experiencias vividas en los tres mundos de la evolución humana.
De ahí proviene el sufrimiento y la lucha. Estamos tan apagados a todo lo que nos ha costado tanto de construir durante miles de encarnaciones, que la lucha es tremenda.
Estoy segura que muchas almas estan dando los primeros pasos en el Camino de Retorno. Esperemos no desfallecer en el intento.
Gacias Dani por este extenso e interesante artículo.
Un abrazo
Marta
Muchas gracias Marcos por tu apreciado comentario y oportunas reflexiónes.
ResponderEliminarCerca de la naturaleza es mas fácil meditar y reflexionar. Paseando por la playa se dan condiciones favorables para ello.
Un abrazen
Gracias Marta por tu apreciado comentario.
ResponderEliminar"Dioses en el destierro" de J. J. Van Der Leeuw es un pequeño librito que me agradó. Lo leí hace tiempo, pero con los años los textos (como suele ser habitual) han ido asentandose y tomado un significado mas claro para mi (al menos eso quiero creer).
Un abrazo
Es una publicación que nos ayuda a entendernos un poquito más... Namaste
ResponderEliminarGracias Susana por tu visita.
ResponderEliminarSí; es un buen texto de J.J. Van Der Leeuw que nos permite reflexionar sobre algunos aspectos tan comunes en todos los seres humanos cuando empezamos a cuestionarnos muchas cosas.
Gracias a la ayuda de los que nos han precedido podremos disipar algunas de nuestras dudas, aunque la mayor parte del trabajo lo tendremos que realizar por nuestra cuenta, descubriéndonos y aprendiendo cual es la labor que hemos de realizar.
Gracias de nuevo por tu visita y comentario. Namaste
La dualidad que está en todo y percibirla y ser conscientes de ella, y hacer el gran trabajo para eliminar esa dualidad, es el propio Sendero.
ResponderEliminarDesde la Unidad necesitamos conocer la dualidad para poder conocer nuestra propia naturaleza. Realizado, debemos volver a la Unidad con la síntesis de lo experimentado y aprendido
EliminarDesde la Unidad necesitamos conocer la dualidad para poder conocer nuestra propia naturaleza. Realizado, debemos volver a la Unidad con la síntesis de lo experimentado y aprendido
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