Después de dos entradas ya publicadas en este blog (Lo que un caracol nos puede enseñar y Lo que un caracol nos puede enseñar II ), parece ser que estos animalitos se han propuesto hacerme reflexionar sobre situaciones comunes en la vida.
Encontrándome de vacaciones paseando por unos magníficos prados, siguiendo un pequeño sendero entre la hierba, aparecieron ante mi multitud de pequeños (y no tan pequeños) gasterópodos. Babosas y caracoles de diversos colores parecían cerrarme el paso dada su gran cantidad en el camino. Observando la situación, gire mi cabeza para avisar a mi acompañante de que fuese con mucho cuidado de no pisarlos, dado que pensé que su sensibilidad hacia tales animalitos no sería tan marcada como la mía. "¿Cómo aquella persona podía llegar a ser tan sensible como yo?"
Encontrándome de vacaciones paseando por unos magníficos prados, siguiendo un pequeño sendero entre la hierba, aparecieron ante mi multitud de pequeños (y no tan pequeños) gasterópodos. Babosas y caracoles de diversos colores parecían cerrarme el paso dada su gran cantidad en el camino. Observando la situación, gire mi cabeza para avisar a mi acompañante de que fuese con mucho cuidado de no pisarlos, dado que pensé que su sensibilidad hacia tales animalitos no sería tan marcada como la mía. "¿Cómo aquella persona podía llegar a ser tan sensible como yo?"
Mientras lo pensaba sentí el crujido de una concha bajo mi pie.
El comentario instantáneo de mi acompañante fue "quizás deberías ser tu el que deberías de ir con mas cuidado de no pisarlos".
Este otro episodio de caracoles me ha inspirado a comentar la siguiente reflexión:
Para hacerme ver lo errado de mi actitud, el destino quiso enseñarme de la mejor manera que podía mi equivocación. Sabiendo que me duele el sacrificio inútil de cualquier forma de vida, provocó que fuese yo mismo el que inconscientemente aplastase a uno de los caracoles que yo previamente me había erigido como defensor de los mismos.
La vida nos enseña (mucho mas a menudo de lo que nos pensamos) multitud de enseñanzas que si atendemos a ellas y reflexionamos sobre las mismas, mucho nos pueden ayudar.
Dani
Tienes toda la razón Dani
ResponderEliminarLa mente nos pone muchos obstàculos en el camino i el peor de ellos és el orgullo.
La humildad és un requisito esencial que tenemos que cultivar para no errar el camino.
Gracias Dani por este "toque de atención"
Un abrazo
Gracias por tu comentario Marta, pero el artículo no es en absoluto un toque de atención, y menos para una persona como tu. Simplemente hay que observar la manera en la que nos muestras tus enseñanzas para verificar la buena voluntad y humildad que denotan las mismas.
ResponderEliminarEste artículo es una reflexión propia en "voz alta". Una manera de reconocer parte de mis errores, y que esas reflexiones puedan servir a otros si se identifican con las mismas.
Creo que reconocer las propias imperfecciones es un primer paso para lograr esa humildad tan necesaria e imprescindible en el sendero espiritual.
Gracias por tu visita y tus siempre valorados comentarios en mi blog.
Un abrazo
El reconocimiento de los errores es el primer peldaño hacia la Sabiduría.
ResponderEliminarUna abraçada.
Gràcies.
Sí. Es un primer paso hacia la Sabiduría, y en mi caso muchos errores he de reconocer (y ser consciente de ellos) para empezar a subir los peldaños de esa pesada y larga escalera por la que todos tarde o temprano hemos de pasar.
ResponderEliminarGracias Olga i Carles por estar por aquí.
Una abraçada