Fragmento de texto del libro "Bhagavad Guita El Mensaje del Maestro" escrito por "Yogui Ramacharaka". El libro es una compilación de diversas traducciones sobre este episodio de la grandiosa epopeya Hindú conocida con el nombre de Mahabarata.
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PARTE II.
ENSEÑANZA ESOTÉRICA
SANJAYA. – Krishna,
el Bendito Señor, lleno de amor y compasión por Arjuna, cuyo desaliento se
traducía en lágrimas, le dijo:
KRISHNA. – ¿De
dónde proviene, ¡oh Arjuna!, este apocamiento, indigno en quien como tú supo
erguirse en los campos de batalla?
Semejante debilidad es contraria al deber y poco honrosa.
Tu desaliento es
impropio del que ostenta el sobrenombre de “Tormento de sus enemigos”.
Desecha imaginarios
escrúpulos y ¡yérguete vencedor!
ARJUNA. – ¡Oh
Krishna! ¿Cómo lanzar mis flechas contra Bhishma y Drona cuando tanto los
reverencio? ¿Cómo cometer tal infamia?
Me conformaría con
el duro mendrugo del mendicante antes que ser el instrumento de muerte de estos
nobles y reverenciados varones que fueron mis maestros.
Porque si matara a
quienes se interesan por mi bien, mis festines se verían rociados con sangre.
No sé si la derrota fuera para mí mejor que la victoria, pues de seguro me
resultaría intolerable vivir después de haber causado la muerte de mis parientes
y amigos (los hijos y vasallos de Dhritarashtra, el rey de los kurus, que viene
en son de batalla).
Por una parte mi
corazón se conmueve, y por otra mi mente es impotente para resolver tan arduo
problema.
¡Oh bendito Señor
mío! Soy tu discípulo. Suplícote que me aconsejes en esta terrible hora de
prueba. Dime, ¿qué debo hacer?
Tan turbado estoy,
que los dictados del deber entorpecen mi entendimiento y no hallo nada que
pueda consolarme.
Ni la soberanía de
un reino semejante al del sol, ni el dominio sobre las huestes celestiales
lograrían mitigar mi dolor.
SANJAYA. – Dicho lo
cual, Arjuna añadió resueltamente: “No pelearé”. Y permaneció silencioso.
Entonces Krishna
contestó sonriendo al abatido príncipe.
KRISHNA. – Te
afliges por quien no debieras. Tus palabras no son insensatas, tienen algo de
sabias, pero no muestran la flor interna de la doctrina de los sabios. Son verdades,
pero a medias.
El sabio no se
aflige ni por los vivos ni por los muertos.
Así como el
intrépido guerrero no teme a la muerte, así el sabio no se apena por la vida ni
por la muerte; aunque el semisabio se aflija por una, por otra o por ambas, según
el estado de ánimo en que lo colocan las circunstancias.
Sabe, ¡oh hijo de
Pandu!, que ni Yo, ni tú, ni ninguno de estos príncipes terrenales hemos dejado
de ser ni cesaremos de ser en lo futuro.
Así como el alma
que reside en el cuerpo material pasa por las fases de infancia, juventud,
virilidad y vejez, así también, a su debido tiempo, pasa a otro cuerpo y en
sucesivas encarnaciones volverá a desempeñar nueva misión sobre la tierra. Esto
lo sabe quien conoce la doctrina interna y no se preocupa por lo que ocurre en
este mundo transitorio.
Para él la vida y
la muerte no son sino palabras que expresan el aspecto superficial del ser
verdadero.
Los sentidos,
asesorados por la mente, ofrecen las sensaciones de calor y frío, de placer y
dolor; pero éstas son cosas transitorias y mudables. Sopórtalas valerosamente,
porque en verdad te digo que el hombre a quien estas cosas no conturban, que
permanece incólume ante el placer y el dolor, y para quien todo es igual, está
en camino de la inmortalidad.
Lo irreal no es el
ser, pues descansa en la ilusión y el falso conocimiento.
Pero aquello que
es, nunca dejó ni dejará de ser, pese a las apariencias.
Los sabios, ¡oh
Arjuna!, han inquirido y descubierto la verdadera esencia de las cosas.
El Absoluto, aquel
que todo lo penetra, no puede ser destruido, porque es imperecedero. Estos
cuerpos que sirven de envoltura a las almas que los habitan son mortales y no
deben confundirse con el hombre verdadero. Son perecederos como todo aquello
que es finito. Deja, pues, que perezcan.
Y ahora que conoces
estas cosas, ¡oh príncipe pandava!, levántate y disponte a batallar.
Quien dice “mato” o
“me matan”, habla como un niño. En verdad, nadie puede matar ni morir.
Recuerda, ¡oh
príncipe!, esta verdad: el hombre real no nace ni muere. Siempre ha sido y
seguirá siendo eternamente.
El cuerpo puede
morir y ser muerto, mas el espíritu que mora en el cuerpo no puede morir.
Así pues, ¿cómo
creer que quien sabe que el verdadero hombre es eterno e indestructible, caiga
en la ilusión de suponer que pueda matar, matarse o ser muerto?
A la manera como el
hombre abandona las ropas viejas para vestir nuevas, abandona el morador el
cuerpo, el cuerpo viejo, y encarna en otro nuevo para él preparado.
Ninguna arma puede
herirlo, ni el fuego quemarlo, ni el agua humedecerlo, ni el viento secarlo,
porque es invulnerable, incombustible, impermeable, eterno e inmutable.
En una palabra: es
real.
Su esencia es
inmutable, no puede ser conocida; por lo tanto, ¿a qué afligirse?
Mas si no creyeras
en mis palabras y vivieses en la ilusión de tener por realidades la vida y la
muerte, tampoco deberás afligirte.
Porque así como los
hombres han nacido, deberán morir. ¿Por qué, entonces, lamentar lo inevitable?
Quienes no tienen
sabiduría ignoran de dónde viene y adónde va el hombre.
Ellos conocen tan
sólo su paso por el mundo. Entonces, ¿por qué se quejan?
Unos tienen al
espíritu por cosa maravillosa, mientras que otros hablan de él incrédulamente y
sin comprenderlo.
Y en verdad que
nadie logrará con su mente perecedera conocer la verdadera naturaleza del
espíritu a pesar de cuanto sobre él se ha enseñado, dicho y pensado.
El verdadero
hombre, el morador del cuerpo, ¡oh Arjuna!, es invulnerable. De tal suerte, no
te aflijas por criatura alguna.
Más te conviene
cumplir con tu deber, ¡oh príncipe!, porque ello ha de abrirte las puertas del
cielo.
Pero si arrojas tus
armas faltarás a tu deber, mancillarás tu honor y cometerás grave crimen contra
ti mismo y tu pueblo.
Tu crimen será
pregonado, y para un guerrero como tú, ¡oh príncipe!, la muerte es mil veces
preferible a la deshonra.
Los caudillos de tu
ejército creerán que huiste por cobardía, y aquellos que te juzgaron valeroso
acabarán por despreciarte.
El enemigo se
burlará de tu cobardía. ¿Quieres mayor afrenta?
Si mueres, ganarás
el cielo; si vences, dominarás la tierra. Por lo tanto, yérguete, ¡oh hijo de
Pandu!
Recibe
imparcialmente lo que te sobrevenga, sea placer o dolor, ganancia o pérdida,
victoria o derrota. Disponte, pues, a la batalla, que tal es tu deber.
Las enseñanzas que
te he expuesto, ¡oh Arjuna!, concuerdan con el Sankhya.
Escucha ahora las
que convienen con el Yoga. Si las practicas te librarás de las cadenas que te
atan a la acción.
En esta enseñanza
no hay esfuerzo perdido ni riesgo de pecar.
Una migaja de este
condimento salva al hombre del temor y del peligro, pues tiene un solo objeto,
sobre el cual puedes concentrar la mente sin peligro.
Hay quienes se
impregnan con la letra de las Sagradas Escrituras; pero, incapaces de penetrar
su verdadero sentido, discuten vanamente sobre los textos.
Las acerbas
controversias y las interpretaciones abstrusas satisfacen a los esclavos de la
letra, y en vez de aspirar a la meta espiritual de las grandes almas, se complacen
en fútiles placeres.
Amplios discursos y
pomposas ceremonias inventaron estas gentes, que ofrecen premio por su observancia
y amenazan con castigo por su incumplimiento.
Quienes poseen
tales inclinaciones desconocen el uso del discernimiento y de la conciencia
espiritual.
Las enseñanzas
espirituales suscitan el miedo de sobreponerse con ecuanimidad a las tres
cualidades de la existencia material.
Líbrate de ellas,
¡oh Arjuna! Líbrate de los pares de opuestos, de lo mudable y transitorio, y
permanece firme en la conciencia del Yo, de tu verdadero ser.
Líbrate de la
ansiedad por las cosas de este mundo; no te dejes gobernar por las ilusiones de
este mundo perecedero.
Así como el agua
que emana de una fuente llena las vasijas de acuerdo con la forma y capacidad
de cada una de ellas, así también las enseñanzas espirituales no proporcionan
sino la parte que cada cual es capaz de recibir conforme al grado de su evolución.
Para el brahmán
iluminado, los Vedas son tan provechosos como si su mente fuese un vaso capaz
de recibir toda el agua de una fuente inagotable.
De tal suerte
atiende tan sólo al recto cumplimiento de la acción y no a la recompensa que de
ella pudiera derivarse.
No te inquiete la
esperanza del premio; pero no cedas tampoco a la inacción a que suelen
abandonarse quienes han perdido toda esperanza de recibir recompensa por sus
acciones.
Permanece a igual
distancia de los extremos, ¡oh príncipe!, y cumple con tu deber sin otra razón
que el deber mismo, sin reparar en si serán para ti buenas o malas las
consecuencias del cumplimiento. Mantén la misma serenidad en el éxito como en
el fracaso.
Hazlo todo lo mejor
que sepas, y conserva la imparcialidad del yogui.
Por importante que
la recta acción pueda ser, ha de precederla el recto pensamiento, porque sin el
pensamiento la acción no es consciente.
Por lo tanto, ¡oh
Arjuna!, refúgiate en la serenidad del recto pensar, pues quien fía su
bienestar a los resultados de la acción pierde la dicha y se ve miserable y descontento.
El que alcanza el
estado de conciencia del yogui no se ve afectado por los resultados de la
acción.
Esfuérzate en
alcanzar este estado de conciencia, porque es la clave del misterio de la
acción.
Quienes renuncien
al posible fruto de la recta acción están en camino de dominar el karma.
Rompen las cadenas
que los atan a la rueda de los renacimientos y logran la bienaventuranza
eterna.
Cuando trasciendas
la ilusión ya no te conturbarán las discusiones teológicas sobre los ritos, las
ceremonias y demás ropajes de la enseñanza espiritual.
Entonces te
librarás del apego a los libros sagrados y a los escritos de los teólogos y
quienes ambicionan interpretar lo que no entienden.
En cambio fijarás
tu mente en la contemplación del Espíritu, y te armonizarás con tu verdadero
ser.
ARJUNA. – Dime, ¡oh
Krishna!, tú que posees la sabiduría: ¿Cuál es la característica del sabio de
mente firme que permanece fijo en la contemplación?
¿Cómo se comporta?
¿Cómo puede distinguírselo de los demás hombres?
KRISHNA. – Sabe,
¡oh príncipe!, que cuando un hombre se libra de los lazos del deseo y halla
satisfacción en su interno YO, alcanza la plena conciencia espiritual.
Sabio es quien no
se conturba en la desgracia ni se engríe en la prosperidad.
Ha desechado la
cólera, el temor y el tedio como se desechan los vestidos viejos.
Un hombre así no se
inmuta por los sucesos de la vida, ya sean favorables o adversos. El agrado y
el desagrado no lo alcanzan, pues no tiene apego a cosa alguna.
El que alcanza el
verdadero conocimiento espiritual se parece a la tortuga que retrae sus
miembros bajo el caparazón, pues le es posible retirar sus facultades sensorias
de los objetos de sensación y apartarlas de las ilusiones del mundo objetivo protegido
por la armadura del Espíritu.
Cierto es que a los
capaces de refrenar los sentidos puede conturbarlos el deseo de sensación.
Pero quien descubre
su YO interno no sufre voluptuosidad ni le acosan las tentaciones, pues
tentaciones y deseos son para él como niebla disipada por los cálidos rayos del
sol.
El que se abstiene
puede, en algunas ocasiones, verse acometido por un tumultuoso deseo que haga
fracasar su resolución, pero sabe que el verdadero Ser es la única Realidad; es
dueño de sus sentidos y deseos. Lo irreal no existe para él.
Quien permite que su
mente se apegue a los objetos de sensación queda de tal modo envuelto en ellos
que terminan por esclavizarlo.
Del apego surge el
deseo, del deseo la pasión, de la pasión la insensatez, de la insensatez la
apetencia sin freno.
De la desenfrenada
apetencia resulta el olvido, del olvido la falta de discernimiento, y de ésta
la pérdida de todo lo demás.
Pero alcanza la paz
quien, dueño de sí mismo, obra sin placer ni repugnancia, pensando solamente en
el YO.
En esta paz, que
trasciende toda comprensión, se libra de las tribulaciones de la vida.
No hay conocimiento
posible para quien no logra esta paz, pues sin paz no hay serenidad, y cuando
ésta falta, ¿cómo puede haber sabiduría?
Sin paz, los deseos
sensuales ofuscan el entendimiento.
En verdad, ¡oh
príncipe!, sólo posee la sabiduría aquel que tiene los sentidos abroquelados
contra los objetos de sensación, por el protector conocimiento del Espíritu.
Lo que para el
vulgo es luz, es tiniebla para el sabio.
Y lo que al vulgo
parece negro como la noche, es luz meridiana para el sabio.
Esto significa, ¡oh
príncipe!, que para el sabio es ilusión lo que a la generalidad de las gentes
les parece realidad.
Y que lo que a las
multitudes les parece ilusorio es para el sabio la única Realidad.
¡Tanta es la
diferencia de visión entre los hombres!
Logra la paz aquel
cuyo corazón es como el océano en cuyo lecho desaguan todos los ríos sin
desbordarlo.
Siente el aguijón
del deseo y la pasión, pero no logran conmoverlo. Quien cede a la voluptuosidad
no logra paz.
Quien se ha
divorciado de los efectos del deseo y rechaza los impulsos de la carne, lo
mismo en pensamiento que en acción, alcanza la paz interna.
El que trasciende
el orgullo y el egoísmo, alcanza la felicidad.
Éste, ¡oh príncipe
pandava!, es el estado de unión con el verdadero ser, el estado de
bienaventuranza, de conciencia espiritual.
Quien lo alcanza,
conoce la verdad.
Quien permanece en
él aun en la hora de la muerte, se identifica con la Divinidad.
Aquí termina la segunda parte del Bhagavad Guita, titulada:
ENSEÑANZA ESOTÉRICA
Algunas frases que me atrevo a destacar:
ResponderEliminar"Lo irreal no es el ser, pues descansa en la ilusión y el falso conocimiento. Pero aquello que es, nunca dejó ni dejará de ser, pese a las apariencias."
"...el hombre real no nace ni muere. Siempre ha sido y seguirá siendo eternamente. El cuerpo puede morir y ser muerto, mas el espíritu que mora en el cuerpo no puede morir. Así pues, ¿cómo creer que quien sabe que el verdadero hombre es eterno e indestructible, caiga en la ilusión de suponer que pueda matar, matarse o ser muerto?"
"Mas si no creyeras en mis palabras y vivieses en la ilusión de tener por realidades la vida y la muerte, tampoco deberás afligirte. Porque así como los hombres han nacido, deberán morir. ¿Por qué, entonces, lamentar lo inevitable?"
"Quienes no tienen sabiduría ignoran de dónde viene y adónde va el hombre. Ellos conocen tan sólo su paso por el mundo. Entonces, ¿por qué se quejan?"
"Hay quienes se impregnan con la letra de las Sagradas Escrituras; pero, incapaces de penetrar su verdadero sentido, discuten vanamente sobre los textos. Las acerbas controversias y las interpretaciones abstrusas satisfacen a los esclavos de la letra, y en vez de aspirar a la meta espiritual de las grandes almas, se complacen en fútiles placeres. Amplios discursos y pomposas ceremonias inventaron estas gentes, que ofrecen premio por su observancia y amenazan con castigo por su incumplimiento."
"Líbrate de la ansiedad por las cosas de este mundo; no te dejes gobernar por las ilusiones de este mundo perecedero."
"Así como el agua que emana de una fuente llena las vasijas de acuerdo con la forma y capacidad de cada una de ellas, así también las enseñanzas espirituales no proporcionan sino la parte que cada cual es capaz de recibir conforme al grado de su evolución."
"... atiende tan sólo al recto cumplimiento de la acción y no a la recompensa que de ella pudiera derivarse. No te inquiete la esperanza del premio; pero no cedas tampoco a la inacción a que suelen abandonarse quienes han perdido toda esperanza de recibir recompensa por sus acciones."
"Por importante que la recta acción pueda ser, ha de precederla el recto pensamiento, porque sin el pensamiento la acción no es consciente."
"...quien fía su bienestar a los resultados de la acción pierde la dicha y se ve miserable y descontento."
"Quienes renuncien al posible fruto de la recta acción están en camino de dominar el karma."
"Cuando trasciendas la ilusión ya no te conturbarán las discusiones teológicas sobre los ritos, las ceremonias y demás ropajes de la enseñanza espiritual. Entonces te librarás del apego a los libros sagrados y a los escritos de los teólogos y quienes ambicionan interpretar lo que no entienden."
"El que alcanza el verdadero conocimiento espiritual se parece a la tortuga que retrae sus miembros bajo el caparazón, pues le es posible retirar sus facultades sensorias de los objetos de sensación y apartarlas de las ilusiones del mundo objetivo protegido por la armadura del Espíritu."
"Quien permite que su mente se apegue a los objetos de sensación queda de tal modo envuelto en ellos que terminan por esclavizarlo."
"Del apego surge el deseo, del deseo la pasión, de la pasión la insensatez, de la insensatez la apetencia sin freno. De la desenfrenada apetencia resulta el olvido, del olvido la falta de discernimiento, y de ésta la pérdida de todo lo demás. Pero alcanza la paz quien, dueño de sí mismo, obra sin placer ni repugnancia, pensando solamente en el YO."
"No hay conocimiento posible para quien no logra esta paz, pues sin paz no hay serenidad, y cuando ésta falta, ¿cómo puede haber sabiduría?"
"Logra la paz aquel cuyo corazón es como el océano en cuyo lecho desaguan todos los ríos sin desbordarlo."
"El que trasciende el orgullo y el egoísmo, alcanza la felicidad."
De hecho todas son estupendas, pero las de este pequeño compendio me han hecho vibrar mas
En ciertos momentos el desaliento es inevitable y aunque el Alma nos pueda dar la fortaleza necesaria para capear temporales, todavía no nos hemos liberado totalmente de la esclavitud y las demandas de nuestro yo inferior.
ResponderEliminarEs como si por momentos nos quedáramos sordos a la voz de la consciencia porqué nos invade la oscuridad que envuelve al mundo.
Pero si estamos aquí, si hemos encarnado en esta época y somos realmente conscientes del porqué de esta oscuridad, no podemos compadecernos ni dejarnos arrastrar, antes bien, debemos encender la Luz que llevamos dentro y prender las consciencias de la humanidad con nuestro ejemplo, para iluminar el camino a los compañeros del camino.
Es una tarea importante la que estás realizando Dani.
Un fuerte abrazo
Marta
Gracias por tus palabras Marta.
EliminarTus comentarios y respuestas a los mismos nos ayudan mucho.
Un fuerte abrazo
Marta me puedes ayudar con algo?
EliminarAnónimo, preguntale lo que desees a Marta y ella te contestará
EliminarAyuda saber que hay personas interesadas en dar un salto a la conciencia. Valoramos mucho éstas aportaciones de alto nivel. Aunque hay momentos de desánimo como indica el texto hemos de seguir y perseverar.
ResponderEliminarGraciasss
Gracias por tu comentario y presencia Susana, la cual siempre es bienvenida.
EliminarAbrazos
Una maravilla de texto, todo destacable, pero remarco este párrafo: "El sabio no se aflige ni por los vivos ni por los muertos.
ResponderEliminarAsí como el intrépido guerrero no teme a la muerte, así el sabio no se apena por la vida ni por la muerte; aunque el semisabio se aflija por una, por otra o por ambas, según el estado de ánimo en que lo colocan las circunstancias.
Este pasaje lo identifico con esas crisis internas en que de alguna manera captamos su causa pero no tenemos suficiente fuerza para salir de ellas, y sí que salimos, antes o después se superan para dar el siguiente paso.
Así eses Ana. El cumplimiento del deber. Las obligaciones contraídas antes de encarnar, las cuales muchas veces desconocemos pero que internamente algo nos indica en que dirección deberíamos enfocar nuestra atención
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